La tiroides es una glándula endocrina, con forma de mariposa, normalmente situada en la parte baja y delantera del cuello. Su función principal es la de producir hormonas tiroideas, que llegan a todo el organismo a través de los vasos sanguíneos.
Esta glándula contribuye a que el organismo funcione adecuadamente interviniendo en múltiples procesos, de igual modo que un director de orquesta ayuda a que toda una sinfonía mantenga su compás.
El tiroides ayuda, por ejemplo, a que las células utilicen adecuadamente la energía, a mantener la temperatura corporal, regula el correcto funcionamiento de muchos órganos y sistemas como el corazón, el cerebro, los músculos o el aparato digestivo.
Cuando se segregan hormonas tiroideas en exceso, los procesos corporales se aceleran: el corazón late más deprisa, aparece nerviosismo, temblor, o diarrea, por ejemplo.
Por contra, cuando hay menos hormonas tiroideas de las precisas, los procesos corporales se ralentizan: el corazón late más despacio, aparece fatigabilidad, somnolencia, dificultad para comprender o expresar ideas, y puede bajar la temperatura corporal.
Las hormonas tiroideas son fundamentales en el desarrollo del sistema nervioso central del niño, y durante el embarazo es importante vigilar que la función tiroidea de la madre es la adecuada, así como en el niño sus primeros años de vida del niño.
¿Por qué consumir la sal yodada?
Las hormonas tiroideas se componen a partir de yodo, y este no se produce en nuestro cuerpo, para que una glándula tiroidea sana pueda hacer correctamente su trabajo, debe recibir el aporte suficiente de yodo a través de la dieta. Ni en exceso ni en defecto dado que puede traernos problemas de salud.
El déficit de yodo en adultos provoca hipotiroidismo y un crecimiento exagerado de la glándula tiroides llamado bocio. Si el déficit se produce durante el embarazo o la infancia puede afectar a la capacidad intelectual del niño.
Para garantizar un consumo suficiente de yodo en la dieta de una persona sana, los expertos recomiendan que la poca sal que se consuma sea yodada, en lugar de sal común de mesa, que no tiene yodo. Nunca exceder los cinco gramos al día recomendados por la OMS.
Además, en la dieta habitual se deben incluir alimentos del mar dado que tienen alto contenido en yodo, al igual que la mayoría de lácteos y de los frutos secos.
Por contra, existen algunos alimentos que tienen sustancias que pueden dificultar el trabajo de la tiroides, especialmente si tenemos los niveles de yodo bajos o no consumimos el suficiente, y por tanto es mejor no abusar de ellos en exceso como son las coles (col, coliflor, brócoli, coles de Bruselas), los grelos y nabos.
Ahora bien, es muy importante advertir que en algunas enfermedades del tiroides en las que se produce más hormonas tiroideas de las necesarias, los expertos aconsejan evitar la sal yodada y reducir el aporte de yodo para intentar controlar su producción excesiva.
Especial cuidado en el embarazo y la lactancia
Durante el embarazo y de la lactancia, la glándula tiroides produce muchas más hormonas tiroideas, por lo que durante estos periodos aumentan mucho los requerimientos de yodo.
Teniendo en cuenta que la falta de yodo puede tener una repercusión importante sobre el desarrollo neurológico del feto es imprescindible consultar con un especialista un suplemento de yodo en forma de pastillas para asegurar un aporte suficiente en estos periodos.
Es recomendable que sea un especialista quien ajuste ese aporte extra preciso porque una ingesta excesiva de yodo también puede alterar la función tiroidea.