Los alimentos que se consumen afectan a la química cerebral y pueden modificar las emociones. Por ejemplo, los alimentos ricos en triptófano, pueden aumentar la producción de serotonina en el cerebro, lo que está vinculado con la mejora del estado de ánimo y la reducción de la ansiedad; las deficiencias de ciertasvitaminas, como la D y la B12, se ha asociado a síntomas de depresión; mientras que el consumo excesivo de azúcar puede contribuir a un aumento rápido de energía seguido de una caída abrupta, lo que puede influir en cambios de humor, irritabilidad y ansiedad.
Sin embargo, la comida no es lo único que influye en la salud mental, debido a que en ella intervienen múltiples factores.
Varios estudios neurobiológicos han encontrado similitudes en la actividad cerebral de las personas con trastornos de la alimentación y las que tienen adicciones a sustancias. En ambos casos, se produce una activación de las vías de recompensa en el cerebro, lo que sugiere que el sistema de recompensa puede estar involucrado en respuesta a ciertos alimentos o comportamientos alimentarios compulsivos.
La relación con la comida debe ser flexible, variada y equilibrada, entendiendo que una alimentación sana debe nutrir cuerpo y mente.