'Preparados a partir de carnes autorizadas, picadas o no, sometidas o no a procesos de curación, adicionadas o no de despojos comestibles y de grasas de cerdo, productos vegetales, condimentos y especies; e introducidos en tripas naturales o artificiales', esta es la definición que hace el Código Alimentario Español (CAE) de los embutidos.

Esta definición engloba cuatro tipos distintos, que van desde embutidos de carne (chorizo, salchichón, fuet, etc.), de vísceras (sabadeñas), de sangre (morcilla) o los fiambres (jamón york, mortadela, etc.). Como se observa, la característica que tienen en común todos los embutidos es que están introducidos en una tripa.

No obstante, el jamón serrano no está introducido en ninguna tripa, tiene elementos en común con los embutidos pero, a diferencia de lo que creería la mayoría, no es un embutido. Esto es interesante a la hora de controlar nuestra dieta. En la pirámide alimenticia, los embutidos están en la parte más alta por lo que su consumo debe ser ocasional, tienen mucha grasas saturadas que afectan a la salud cardiovascular.

A pesar de ello, algunos embutidos son más saludables que otros, por ejemplo el jamón cocido lleva más carne natural que otros, por lo que se puede considerar más saludable. La grasa añadida y la carne procesada empeora la calidad nutritiva del producto.

En este sentido, el informe de 2015 publicado por la OMS explica que la carne procesada puede estar relacionada con el cáncer en adultos, concretamente el cáncer colorrectal. Esto pone en evidencia que el consumo de carne procesada en exceso puede resultar nocivo para la salud. Es importante recordar que se trata de un tipo de alimento que no incluye solo embutidos, sino también alimentos como el jamón serrano.

Teniendo en cuenta esto, llevar una dieta equilibrada, limitando el consumo de productos ultraprocesados, es crucial para llevar una vida saludable.