La obesidad es un problema gravísimo que, en el siglo XXI, ha comenzado a afectar incluso a la población pediátrica. Según el jefe del Servicio de Cirugía General y del Aparato Digestivo del Hospital Universitario del Sureste de Madrid y cirujano en el Hospital Quirón San Camilo de Madrid, Alfredo Alonso, los adipocitos, o células de grasa, se reproducen hasta la adolescencia. Cuantos más adipocitos se tengan, mayor será la tendencia a desarrollar obesidad en la vida adulta.

La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) destaca que en 2020, uno de cada tres menores de entre 2 y 17 años en España tenía exceso de peso. La prevalencia de obesidad severa alcanza al 2,1% de niñas, niños y adolescentes españoles. Además, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad es más frecuente en niños (33,7%) que en niñas (26%). La obesidad severa afecta al 2,9% de los niños y al 1,2% de las niñas.

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Las tasas de obesidad varían con la edad y son más elevadas en hogares donde al menos un adulto tiene exceso de peso y más bajas en hogares con ingresos económicos medios o elevados. La obesidad severa es más común en el grupo de 6 a 9 años, mientras que el exceso de peso se registra principalmente en niños de 10 a 13 años.

Estos datos subrayan la importancia de una alimentación saludable desde los primeros años de vida. Establecer buenos hábitos alimenticios desde la infancia no solo ayuda a prevenir la obesidad, sino que también promueve una vida más saludable y reduce el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas en la edad adulta. La intervención temprana y la educación nutricional son esenciales para combatir esta creciente epidemia de obesidad infantil y garantizar un futuro más saludable para las próximas generaciones.