Ante la falta de estudios prospectivos que relacionen varios alimentos con el desarrollo de diabetes tipo 1 (DT1) la existencia de un vínculo entre comida y DT1 sigue siendo controvertida. Es por ello que Suvi Virtanen, del Instituto Finlandés de Salud y Bienestar, en Helsinki, Finlandia, ha dirigido esta investigación en la que exploraron si la dieta en la infancia y la niñez temprana se asociaba con el desarrollo de DT1 en miles de niños en Finlandia.
¿Qué es la diabetes tipo 1?
Es una enfermedad autoinmune donde el sistema inmunitario ataca a las células de los islotes pancreáticos que producen insulina, de tal modo que no se regulan de manera correcta los niveles de azúcar en sangre porque no se producen suficientes hormonas de la insulina. Este tipo de diabetes es el más común en niños. Además, esta enfermedad requiere de un tratamiento de por vida y puede generar problemas como problemas oculares, cardíacos, nerviosos y renales.
Cada vez se están dando más casos de diabetes tipo 1, y se prevé que el número de casos en todo el mundo se van a duplicar en 20 años, pasando de 8,4 millones en 2021 a 17,4 millones en 2040.
El estudio
La investigación se realizó en 3.010 niños y 2.664 niñas desde su nacimiento hasta los seis años de edad y que tenían susceptibilidad genética a la diabetes tipo 1. Los padres de los niños aportaron registros alimentarios para proporcionar información sobre la dieta completa de los niños.
En total, 94 de los niños desarrollaron diabetes tipo 1 al llegar a los seis años. 206 tenían un riesgo alto de desarrollar DT1 porque desarrollaron autoinmunidad de islotes. Al analizar estos datos junto con los de la dieta varios alimentos se asociaron la aparición de la enfermedad.
Cuanta más fruta, avena o centeno comían los niños, el riesgo de padecer diabetes tipo 1 era mayor. Por el contrario, consumir bayas como las fresas, los arándanos, arándanos rojos, las frambuesas, las grosellas negras y otras bayas parecía generar cierta protección contra la diabetes tipo 1, reduciendo el riesgo de padecer la enfermedad. También se asoció con un menor riesgo el consumo de las verduras crucíferas, como el brócoli, la coliflor y el repollo.
Todas estas asociaciones fueron independientes, es decir, que no dependían de los otros alimentos consumidos. Por ello, para Virtanen es importante averiguar qué factores se encuentran presentes en estos alimentos que se relacionen con estas asociaciones, de tal modo que se pueda usar para prevenir esta afección.