El mínimo registrado se debe a variaciones naturales, porque la capa ha estado influenciada por condiciones más cálidas de lo normal en el vórtice de la Antártida, un sistema de baja presión que ha disminuido la creación de nubes polares estratosféricas.
Este año, la extensión máxima del agujero, alcanzada este mes de septiembre, ha sido de 19,6 millones de kilómetros cuadrados. Un tamaño equivalente a 2,5 veces la superficie de EE.UU, según datos de la NASA. Mientras que la media registrada desde 1991 ha rondado los 26 millones de kilómetros cuadrados.
La concentración más baja anual registrada en el agujero, el pasado 12 de octubre, ha sido el mínimo más "suave" observado desde 2002, según el comunicado de la NASA.
La agencia ha recordado que, pese a la reducción del ozono en los dos últimos años, el agujero sigue siendo grande debido a que la concentración de sustancias que acaban con esta molécula en la atmósfera sigue siendo lo suficientemente alta para generar "significativas" pérdidas de ozono cada año.
El agujero en la capa de ozono se detectó en 1985, a finales del invierno en el hemisferio Sur, cuando el reflejo de la luz del sol implicó reacciones que incluían formas químicas activas de cloro y bromo creadas por el ser humano, y que acaban con el ozono.
La importancia de la capa de ozono llevó a que la comunidad internacional firmara, hace 30 años, el Protocolo de Montreal sobre las Sustancias Dañinas para la Capa de Ozono con objeto de regular este tipo de compuestos.
Se prevé que para el año 2070 el agujero haya recuperado los niveles de 1980, porque se estima que los clorofluorocarbonos (CFC) continúen decreciendo.
Es importante saber que el ozono actúa como un elemento esencial en la atmósfera, una capa protectora natural a altas altitudes ante las radiaciones ultravioletas dañinas para los humanos y las plantas.