Los océanos ocupan 360 millones de kilómetros cuadrados (el 71% de la superficie de nuestro planeta), un espacio mayor que todos los continentes juntos, pero apenas el 10% ha sido explorado y menos del 20% cartografiado.
Se calcula que dos millones de especies están por descubrir, mayormente en sus profundidades, cuya exploración y conservación son asignaturas pendientes.
El océano es capaz de suministrar el 50% del oxígeno que respiramos, lo mismo que las masas vegetales terrestres y de absorber el 30% del dióxido de carbono que producimos. Por ello juega un papel determinante en el equilibrio medioambiental y en la regulación del clima pero también, como fuente de proteína de tres mil millones de personas.
Se trata de una inmensidad inexplorada, donde hasta ahora solo el 1,2% está protegido, por eso es fundamental que 60 países ratifiquen y adopten el Tratado de Alta Mar, o Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar para la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad de las zonas situadas fuera de la jurisdicción nacional.
Debería ser durante la próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos, que tendrá lugar en junio de 2025 en Niza, Francia. Un acuerdo que tras cinco años de negociaciones, recoge los principales retos para la correcta conservación y uso de los recursos de la Alta Mar, priorizando la protección del medio ambiente y la biodiversidad marina.
Este tratado establece herramientas de gestión para las nuevas áreas marinas protegidas, el reparto justo de los beneficios científicos o comerciales, compartiendo los beneficios de los recursos genéticos marinos, implementando la realización de informes de impacto ambiental para las actividades que puedan generarlos, y la creación de un organismo de control.
Impedirá también la práctica de actividades ilegales como la piratería, la pesca descontrolada, el vertido de contaminantes y otras actividades que ponen en peligro el futuro de la Alta Mar y por lo tanto del Océano, y de nuestra especie.