El proyecto plantea el diagnóstico Trastorno de Estrés Postraumático Complejo, nombrado así por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esto incluye síntomas tradicionales, sumados a otros que desarrollan las mujeres supervivientes, como problemas de regulación emocional o dificultades para establecer relaciones interpersonales.
Para realizar la investigación, se han centrado en 202 mujeres víctimas de violencia de género, observando que un 37,2% padecen estrés complejo y un 20,6% están diagnosticadas con trastornos clásicos. Además, profundizan en la idea de que la gravedad de la violencia afecta a que los síntomas sean más graves, dado que en estudios previos se concluyó que una de cada cuatro supervivientes sufre un deterioro cognitivo leve.
En este sentido, defienden que el papel de los tratamientos es muy importante y plantean futuras investigaciones para mejorar los síntomas y aliviar el estrés postraumático. Lo que sitúa la investigación como un referente en estudios de violencia de género y las consecuencias neuropsicológicas que tiene.