La primera investigación sobre violencia contra la mujer en las universidades españolas revela que el 62% de su alumnado conoce o ha experimentado situaciones de violencia machista en este ámbito. El estudio destaca la falta de denuncias y el desconocimiento a la hora de reconocer estas situaciones.
El 25% de las agresiones que se identificaron como violencia contra la mujer habían sido ejercidas por profesores.
A pesar de estos datos, llama la atención que el 91% de los casos de agresiones en universidades españolas no se denuncian.
“La ley del silencio sobre este tema en las universidades españolas ha sido mucho más férrea que en otros contextos sociales. Desde el inicio de esta investigación, se desencadenó una feroz campaña contra nosotras, con calumnias anónimas e incluso amenazas de muerte”, declara a Sinc Patricia Melgar, de la Universidad de Girona y coautora del trabajo que publica la revista Violence Against Women.
La investigadora explica que “hasta entonces, las pocas víctimas que se habían atrevido a intentar denunciar algún caso habían sido destrozadas una a una, tanto laboral como psicológicamente”.
El estudio está basado en datos recogidos de una muestra de 1.083 estudiantes de universidades de Andalucía, Castilla y León, Cataluña, Valencia, Murcia y el País Vasco. Para seleccionar a los participantes se utilizó una técnica de muestreo de múltiples etapas.
Un aspecto importante que surge del análisis de datos es que la gran mayoría de los universitarios no identifica ni reconoce las situaciones violentas.
Los resultados señalan que en la gran mayoría de los casos reconocidos por los estudiantes entrevistados, la víctima era una estudiante mujer (92%). En cuanto a los agresores, el perfil más común fue el de un hombre (84%) y estudiante (65%). El 25% de las personas que fueron testigos de la violencia contra una mujer declararon que el agresor había sido un profesor. Solo en el 16% de los casos de violencia el agresor era desconocido para la víctima.
Control y humillación también es violencia
Los participantes del estudio asociaron con violencia machista la que conlleva agresión física o sexual contra las mujeres, pero no otros comportamientos que implican control, dominación y humillación.
Por ejemplo, el estudio apunta que el 23% de los estudiantes no consideraba una forma de violencia que las parejas de las mujeres las impidan hablar con otras personas. Otro dato: el 26% pensaba que los comentarios desagradables sobre la apariencia física femenina no tienen que ver con la violencia.
Esta dificultad para identificar la violencia de género se hizo patente en las distintas fases del estudio. Cuando a los alumnos se les preguntó si habían sufrido o conocían casos de este tipo, tan solo el 13% respondió afirmativamente. Sin embargo, al proveerles de un listado de diferentes situaciones en las que se incluían agresiones físicas, psicológicas, besos o contactos no consentidos, vigilancia o comentarios con connotaciones sexuales humillantes, este porcentaje subió hasta el 62% de respuestas afirmativas.
Las mujeres eran capaces de identificar con más frecuencia situaciones de violencia machista que los hombres.
Muchos estudiantes opinaban que quienes sufren violencia machista son las mujeres sin estudios, mayores, dependientes económicamente del marido, “cuando en realidad –añade Melgar– afecta a mujeres de cualquier nivel de estudios, edad y situación laboral”.
¿Cómo atajar el problema?
“El estudio y la prevención de la violencia de género en nuestro país se han abordado con frecuencia prescindiendo de las evidencias científicas y del feminismo internacional. Por eso, se han cometido errores tan graves como centrarla solo en la pareja o expareja, ignorando que también se da en las relaciones esporádicas”, asegura la investigadora.
Para las expertas, esta equivocación no solo ha llevado a que no se condene por violencia de género los asesinatos cometidos, por ejemplo, a la salida de una discoteca, “sino que ha enfocado muchas opciones preventivas a atacar la pareja y el amor ideal, en lugar de prevenir contra todo tipo de relación –estable o esporádica– con hombres violentos”.
Según las científicas, a pesar de los importantes pasos que ya se han logrado, todavía hay muy poca solidaridad activa con las víctimas. “Ese aislamiento es promovido por el durísimo acoso sexual de segundo orden, como los ataques y calumnias contra quienes apoyamos a las víctimas”, denuncia Melgar.
El 91% de las víctimas no denuncia
En cuanto a las reacciones de las víctimas ante situaciones de violencia de género, el 91% no denunció la situación, pero de entre estos estudiantes, el 66% sí se lo contó a alguien. Una de las posibles razones es que las víctimas de violencia contra la mujer no se identifican como tales.
En la encuesta, el 92% de los estudiantes afirmaron que no sabían si existía un servicio para las víctimas en la universidad. Sin embargo, el 85% de los estudiantes opinaban que las universidades deben prestar servicios a las personas que sufren cualquier tipo de violencia machista.
Entre las personas que se atrevieron a denunciar la situación en la universidad, el 27% no se sintió apoyado por la institución y el 69% de los encuestados se sentía inseguro acerca de si las víctimas recibirían la ayuda adecuada.
“Las políticas y acciones desarrolladas por las universidades españolas deben basarse en dos objetivos: la intransigencia ante cualquier tipo de violencia contra las mujeres, y la intervención, apoyo y solidaridad con las víctimas y con las personas que las apoyan”, concluye Melgar.