En esta época del año, "los niños consumen más alimentos ultraprocesados, comidas preparadas y bocadillos y optan por bebidas azucaradas como fuente de hidratación", alertan los expertos. Esto ocurre porque durante las vacaciones los niños tienen más tiempo libre, lo que conlleva realizar más actividades fuera de una rutina, como ir a la playa, hacer planes con amigos o ir de excursión. Estos cambios, en muchos casos, alteran su dieta y "puede acarrear consecuencias perjudiciales para la salud y el rendimiento físico de los más jóvenes".
"La falta de tiempo y organización de las familias, así como los planes fuera de casa, hace que se opte por alternativas rápidas y poco saludables", ha apuntado Chema Martínez, vicepresidente en Alicante del CODiNuCoVa. "A esto se le suma que muchos padres ofrecen comida insana como recompensa al trabajo bien hecho", ha lamentado.
Aún así, en verano es posible introducir o recuperar hábitos alimenticios más saludables si los padres se implican en ello. "No hay que olvidar que la mejor forma de enseñar a los niños es dando ejemplo y aquello que consumamos los adultos será, con mucha probabilidad, lo que ellos quieran comer", ha asegurado Rocío Planells, miembro del CODiNuCoVa.
Una buena manera para hacerlo, por ejemplo, es aprovechar el tiempo de los desayunos. Las mañanas de verano son más tranquilas y, por ello, es un buen momento para realizar un desayuno saludable con los niños. Se les puede enseñar a "preparar tostadas con tomate, queso fresco o aguacate e ir introduciendo piezas de fruta de temporada", han indicado los expertos.
Otro buen momento son las meriendas, ya que en verano las cenas se suelen retrasar y los niños se acostumbran a merendar. Es perfecto "para introducir fruta fresca, en alguna ocasión, con frutos secos o incluso helados caseros".
Además, los dietistas recomiendan beber agua durante todo el día, utilizar cantimploras o botellas reutilizables en los viajes, y si los pequeños quieren que tengan algo de sabor, se le puede agregar trocitos de fruta, como limón o fresas.
Por otro lado, la organización de las comidas es clave. Pensar en el menú diario de antemano ayuda a evitar la improvisación y a caer en la comida rápida. Lo importante es priorizar las verduras y hortalizas, alimentos proteicos y ricos en hidratos de carbono, es decir, cereales, legumbres o tubérculos. Un buen ejemplo sería una ensalada a base de pasta o arroz integral, junto con vegetales y proteínas.
Por último, es muy recomendable que los niños participen en la preparación de la comida, desde hacer la compra y escuchar sus proposiciones hasta enseñarles a cocinar. Es una manera de incrementar su motivación para comer de todo y de manera saludable.