Resulta habitual que la población con dermatitis atópica vuelva de las vacaciones con la enfermedad controlada, ya que el calor y la exposición moderada al sol favorecen a su mejora; de hecho, uno de sus principales tratamientos es la fototerapia con luz ultravioleta.
La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria de la piel que puede provocar eczemas, enrojecimiento o descamación, a veces con exudación, erosiones y costras, acompañada de un intenso picor. Puede resultar crónica, con picos de mejoría y empeoramiento; estos últimos se conocen como ‘brotes’.
Además, las personas que la padecen presentan dificultades para dormir, así como un estado de irritabilidad generado por el propio picor y la falta de descanso. Todo ello repercute gravemente en la calidad de vida de los pacientes, dificultando las relaciones sociales y provocando cuadros de ansiedad y depresión.
En este sentido, muchas personas temen que, de cara al otoño y con la llegada del frío y las calefacciones, la dermatitis que había mejorado durante el verano vuelva a empeorar. Por ello, es importante seguir los siguientes consejos:
- Hidratar diariamente la piel, preferiblemente después de la ducha. Esto ha de convertirse en una rutina tan habitual como lavarse los dientes.
- Reanudar tratamientos previos al verano y mantener el contacto con el dermatólogo para tratar la enfermedad.
- El estrés suele desencadenar brotes, por lo que es recomendable realizar actividades relajantes que ayuden a mitigar la presión por la vuelta al colegio o al trabajo. El deportemoderado es una actividad idónea.
- En invierno aparecen brotes; por ello, se deben controlar las calefacciones demasiado fuertes o evitar el uso de prendas de lana en contacto directo con la piel.
Además de todo esto, es importante mantener una actitud positiva y no sufrir por lo que pueda pasar, ya que esto generaría un círculo vicioso de estrés/dermatitis. Se ha de recordar que existen tratamientos eficaces y que el apoyo psicológico también puede resultar de gran ayuda.
Por otro lado, cabe destacar que la historia familiar de atopia constituye el principal factor de riesgo, de manera que, si los dos progenitores tienen un historial de dermatitis atópica, el 80% de los hijos la manifestarán.
Sin embargo, también influyen factores ambientales como el clima, la contaminación ambiental, la exposición al humo del tabaco o a productos irritantes como los detergentes. Por su parte, el uso de probióticos durante el embarazo y la lactancia ha mostrado una disminución del riesgo de desarrollar esta enfermedad.
Finalmente, la prevalencia de esta enfermedad en los niños se sitúa en el 20%, mientras que, en los adultos, se encuentra entre un 2 y un 10%. Se estima que unas 30.000 personas en España padecen dermatitis atópica de forma grave.