Son algunas conclusiones del estudio piloto no representativo ‘Vulnerabilidad social como predictor de hambre oculta y adecuación nutricional en población infanto-juvenil en áreas metropolitanas de España’, realizado por el Instituto Universitario CEU Alimentación y Sociedad (IUAyS-CEU) de la Universidad CEU San Pablo en colaboración con Fundación Mapfre. El objetivo de este estudio, que se ha llevado a cabo en 175 menores en situación de vulnerabilidad social en áreas metropolitanas de España, es investigar qué relación tiene la posibilidad de llevar una dieta nutritiva y adecuada con poder adquisitivo, el nivel de desigualdad o discriminación y el estatus social.
El 75% de los niños y los adolescentes en situación de vulnerabilidad social analizados sufre algún tipo de inseguridad alimentaria, es decir, encuentra dificultades para acceder a alimentos nutricionalmente adecuados para su crecimiento, salud y bienestar. La razón es que gran parte de la población infanto-juvenil no cumple con las recomendaciones de consumo de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), adquiriendo hábitos alimentarios que, una vez aprendidos y mantenidos durante la infancia y la adolescencia, son difíciles de cambiar en la edad adulta. Según el estudio, dentro del total de la muestra, el 29% presenta una situación de inseguridad alimentaria severa.
Si se analiza de manera específica la población que presenta algún tipo de inseguridad alimentaria, uno de cada cuatro (27%) reconoce que se ha ido alguna vez a dormir con hambre por falta de comida. A este respecto, Gregorio Varela Moreiras, director del Instituto Universitario CEU Alimentación y Sociedad (IUAyS-CEU) de la Universidad CEU San Pablo, declaró que la inseguridad alimentaria abarca no sólo la falta de recursos económicos para obtener alimentos nutricionalmente adecuados, sino también la incapacidad de acceder a los mismos por no saber cuáles son aquellos con mayor calidad nutricional.
Falta de alimentos
Asimismo, el informe revela que más de la mitad (54%) de estos niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad y con inseguridad alimentaria ha estado preocupado por la falta de algunos alimentos en su hogar en el último mes. Concretamente, el 47% afirma que, tanto ellos mismos como alguno de los miembros del hogar tuvieron que comer alimentos que realmente no querían, por falta de recursos. Incluso, el 23% indicó que tuvo que hacer menos comidas en un día porque no había suficiente comida, y el 11% aseguró que pasó un día y una noche enteros sin comer nada porque no había bastantes alimentos.
España es uno de los países de la Unión Europea donde se da una alta correlación entre la tasa de riesgo de pobreza infantil y de obesidad, el porcentaje de niños con obesidad se duplica en los hogares con menos ingresos (23,7%), en comparación con los que tienen más ingresos (10,5%). Rosaura Leis, presidenta de la Fundación Española de la Nutrición (FEN), subrayó la relación entre las altas cifras de sobrepeso y/u obesidad en niños y adolescentes españoles con la pérdida de adherencia a nuestras dietas tradicionales, Mediterránea y Atlántica, en pro de otras dietas ricas en energía, pero de escaso valor nutricional. “La alimentación en los primeros 1.000 días de vida y durante la infancia y adolescencia es fundamental para la prevención de enfermedades y la promoción de la salud a corto, medio y largo plazo. Una de las estrategias prioritarias para luchar contra este “hambre oculta” podría ser la promoción del consumo de nuestra dieta y gastronomía tradicional, ya desde la infancia. Para ello, la escuela y la familia, especialmente los cuidadores “abuelos”, deben jugar un papel fundamental”, apuntó Leis.
Dieta mediterránea
Aunque la dieta mediterránea es uno de los modelos dietéticos más saludables que existen en la actualidad, tan solo el 15% del total de la población infanto-juvenil analizada presenta una adherencia alta a este modelo, presentando un 57% de ellos una adherencia media y un 28% una adherencia baja. De hecho, existe evidencia científica que confirma que, cuanto más alto es el nivel de educación y socioeconómico, mayor es la adherencia a la dieta mediterránea. Entre los factores que se relacionan con una baja adherencia a la dieta mediterránea en la infancia y adolescencia, se encuentran los individuales (preferencias y aversiones, desconocimiento sobre nutrición o biológicos); los factores colectivos (económicos y sociales); el sedentarismo (videojuegos y televisión) o una baja tasa de actividad física deportiva. A esto se suma que el consumo de alimentos mediterráneos, como la verdura, la fruta o el pescado ha quedado desplazado por la ingesta excesiva de alimentos como carnes rojas, embutidos, productos azucarados o precocinados, o aperitivos salados.