Optar antes por desayunar de forma abundante que por una cena demasiado copiosa nos puede ayudar a reducir el nivel de azúcar en sangre, e incluso puede llegar a prevenir la obesidad. Esta conclusión surge de un nuevo estudio centrado en el proceso de gasto de energía mientras se produce la digestión, conocido como termogénesis inducida por la dieta (TID).
De esta manera se extrae que, dependiendo del momento en que se produce la digestión y la absorción de nutrientes, por ejemplo, por la mañana, pueden llegar a quemarse más el doble de calorías que de noche. Así, sin importar qué cantidad de comida se ingiera en el desayuno, se podría prevenir la aparición de problemas de peso relacionados con la obesidad o el sobrepeso.
Para el estudio se proporcionó una dieta con el mismo número de calorías a dos grupos. Mientras que el primero de estos ingería un desayuno bajo en calorías y una cena con una mayor proporción, el segundo grupo variaba su dieta con desayunos ricos en calorías y cenas bajas en calorías. Así se ha podido probar que por las mañanas se produce una termogénesis inducida por la dieta de hasta 2,5 veces superior que por la noche.
Además, a estos resultados se les añade que tomar alimentos con baja proporción calórica aumenta en gran manera el apetito por productos dulces y, por tanto, por azúcar. Por tanto, los responsables del estudio recomiendan tomar un desayuno completo y optar por una dieta que se centre en que la primera comida del día sea mucho más abundante que la cena. Tanto si se trata con personas con problemas de metabolismo, como si se trata de personas que quieren bajar de peso.