Los investigadores afirman que todavía es necesario tener más datos para respaldar estos resultados y comprender los factores que podrían ser responsables, pero sugieren que las madres podrían beneficiarse al limitar su consumo de alimentos ultraprocesados, y que se deberían mejorar las directrices dietéticas y acabar con las barreras financieras y sociales para mejorar la nutrición de las mujeres en edad fértil y reducir la obesidad infantil.
En 2020 habrá 39 millones de niños con sobrepeso u obesidad, según la Organización Mundial de la Salud, lo que aumentará el riesgo de sufrir enfermedades cardíacas, diabetes, cánceres y muerte prematura.
Los alimentos ultraprocesados, las bebidas gaseosas y los cereales azucarados, son frecuentes en las dietas actuales y se asocian al aumento de peso en los adultos. Sin embargo, hasta ahora no era tan evidente la relación entre el consumo de alimentos ultraprocesados por parte de la madre y el peso corporal de sus hijos.
¿Cómo se llevó a cabo el estudio?
Los investigadores basaron el estudio en los datos de 19.958 niños nacidos de 14.553 madres (45% varones, con edades comprendidas entre los 7 y los 17 años en el momento de la inscripción en el estudio) del Nurses’ Health Study II (NHS II) y del Growing Up Today Study (GUTS I y II) en Estados Unidos.
El NHS II es un estudio en curso que hace un seguimiento de la salud y los estilos de vida de 116.429 enfermeras registradas de EE UU de entre 25 y 42 años en 1989. A partir de 1991, las participantes registraron e informaron de lo que comían y bebían, utilizando cuestionarios validados de frecuencia de alimentos cada cuatro años.
El estudio GUTS I comenzó en 1996, cuando 16.882 hijos (de 8 a 15 años) de los participantes en el NHS II completaron un cuestionario inicial sobre salud y estilo de vida y fueron controlados cada año entre 1997 y 2001, y cada dos años a partir de entonces.
En 2004, 10.918 niños (de 7 a 17 años) de los participantes en el NHS II se unieron al estudio ampliado GUTS II y fueron objeto de seguimiento en 2006, 2008 y 2011, y cada dos años a partir de entonces.
También se tuvo en cuenta una serie de otros factores potencialmente influyentes, que se sabe que están fuertemente correlacionados con la obesidad infantil. Estos incluían el peso de la madre (IMC), la actividad física, el tabaquismo, la situación de convivencia (con o sin pareja) y la educación de la pareja, así como el consumo de alimentos ultraprocesados, la actividad física y el tiempo de sedentarismo de los niños.
Durante un período de seguimiento medio de 4 años hasta un total de 2471 (12%) niños desarrollaron sobrepeso u obesidad
Los resultados son observacionales
Los resultados muestran que existe una asociación entre un mayor riesgo de sobrepeso u obesidad en la descendencia, cuando la madre consume alimentos ultraprocesados.
Por ejemplo, se observó un riesgo un 26% mayor en el grupo con mayor consumo materno de alimentos ultraprocesados (12,1 raciones/día) frente al grupo de menor consumo (3,4 raciones/día).
En un análisis separado de 2.790 madres y 2.925 niños con información sobre la dieta desde los 3 meses previos a la concepción hasta el parto (periparto), los investigadores observaron que el consumo de alimentos ultraprocesados durante el periparto no se asociaba significativamente con un mayor riesgo de sobrepeso u obesidad en la descendencia.
Los investigadores reconocen que parte del riesgo descubierto puede deberse a otros factores no medidos, y que la dieta y el peso autodeclarados podrían estar sujetos a errores de notificación.
Otras limitaciones importantes son el hecho de que algunos participantes de la descendencia se perdieron durante el seguimiento, lo que dio lugar a que algunos de los análisis tuvieran poca potencia, en particular los relacionados con la ingesta durante el embarazo, y que las madres eran mayoritariamente blancas y de entornos sociales y económicos similares, por lo que los resultados pueden no ser aplicables a otros grupos.
Aun así, el estudio utilizó datos de varios estudios grandes en curso con evaluaciones dietéticas referenciadas durante un periodo relativamente largo, y los análisis posteriores produjeron asociaciones consistentes, lo que apunta que los resultados son sólidos.
Los investigadores sugieren que no hay un mecanismo claro tras estas asociaciones y afirman que el área merece más investigación. Pero estos datos “respaldan la importancia de perfeccionar las recomendaciones dietéticas y el desarrollo de programas para mejorar la nutrición de las mujeres en edad reproductiva con el fin de promover la salud de la descendencia”, concluyen.