Aunque el Día de la Salud ambiental se celebra el 26 de noviembre de cada año, diferentes estudios reseñan los aspectos positivos para las personas que viven en entornos verdes, arbolados, sin contaminación y con una estrecha relación con la naturaleza. La mala calidad del aire por la contaminación atmosférica provoca más de 300.000 muertes al año en Europa, según datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), una cifra que asciende a 380.000 anuales en Latinoamérica, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y que en el mundo representan siete millones, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Con unos impactos del cambio climático cada vez más intensos y frecuentes, el calentamiento y las olas de calor se han convertido en un reto para las ciudades, donde actualmente vive más del 50 % de la población, una tasa que superará el 70 % para 2050.
De ahí la importancia de lograr entornos sanos y arbolados para reducir la temperatura, con áreas de confort térmico para las personas. Diversos estudios científicos recogen cómo el calentamiento en zonas urbanas propician las llamadas islas de calor urbanas (ICU), donde el calor queda atrapado y la temperatura suele ser más alta que en zonas menos urbanizadas, incrementando los riesgos para la salud y reduciendo de la productividad, entre otras afecciones. Una mala calidad del aire produce un incremento de problemas respiratorios, pulmonares, enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares, cáncer de pulmón o alergias, según la OMS y la OPS. La directora del departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS, María Neira, alerta que en entornos urbanos donde la calidad del aire es mala y la contaminación alta, los pulmones son más vulnerables y susceptibles.
Por esa causa a los siete millones de personas que mueren anualmente en el mundo hay que sumar los costes económicos de personas con enfermedades crónicas y una calidad de vida pésima, según Neira, y que suponen unos cinco trillones de dólares al año a los sistemas sanitarios en el mundo. En España, la Cruz Roja ha alertado del impacto de las olas de calor y frío como una amenaza significativa para la salud y el bienestar de las personas. Según la organización, en 2023 se registró un incremento del 101 % la atención de casos por olas de frío y un 67 % por las olas de calor en territorio español, unas situaciones que padecen especialmente las personas más vulnerables. En Latinoamérica, Perú, Chile, México, Guatemala, Colombia y El Salvador lideran la clasificación de países con peor calidad del aire, de acuerdo a un estudio realizado por empresa suiza IQAir y Greenpeace, con el apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y ONU Hábitat. Según IQAir, Bangladesh, Pakistán, India, Tayiskistán y Burkina Faso están en el resto del mundo entre los países con peor calidad del aire, con China en el puesto 19 y los Estados Unidos en el 102, a pesar de ser dos de los mayores emisores en el planeta.
En el ranking de IQAir, entre los países europeos son Bosnia Herzegovina, Macedonia, Serbia, Albania y Georgia. En el extremo opuesto están ciudades como Faro (Portugal), Umea y Uppsala (Suecia), la también localidad portuguesa de Funchal y Tallinnn (Estonia, según AEMA. Neira aboga por terminar con las subvenciones a los combustibles fósiles, responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y del calentamiento global, porque esos gastos deben asumirlos luego los estados para solventar los problemas de salud de las personas. Gozar de un aire limpio, de acceso al agua potable y de seguridad alimentaria son derechos recogidos en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de Naciones Unidas.