Los jóvenes llevan aproximadamente 15.000 litros de agua en sus atuendos, los hombres adultos unos 14.150 litros y las mujeres alrededor de 11.000 litros. Para fabricar una sola camiseta se necesitan 2.500 litros de agua, mientras que unos vaqueros requieren 10.800 litros. La confección de un traje de chaqueta y falda demanda 4.000 litros, y un traje de chaqueta y pantalón necesita 5.500 litros de agua. Incluso unos zapatos tienen un impacto significativo en el consumo de agua. Estos datos subrayan la importancia de revisar nuestras formas de producir y consumir ropa, uno de los principales retos ambientales que enfrenta la humanidad.
La economía circular como solución
Para abordar esta problemática, se recomienda potenciar las medidas de economía circular. Esto implica controlar el gasto y promover la reutilización en los procesos productivos, así como depurar el agua utilizada para evitar su contaminación. Sorprendentemente, solo utilizamos un 20% de la ropa en nuestros armarios. Además, un 20% del agua utilizada en la industria textil se vierte sin tratamiento en ríos, lagos y mares, contribuyendo a la contaminación por microplásticos. El 36% de estas partículas contaminantes se origina en el lavado doméstico de la ropa.
El planeta no es tan azul
La noción de un planeta abundantemente azul es engañosa. Solo el 2,5% del agua en el planeta es dulce, de la cual el 70% está atrapada en glaciares, el 30% en pozos subterráneos, y apenas el 0,3% está disponible en la superficie. Más de 2.100 millones de personas carecen de acceso a fuentes de agua potable, lo que genera desplazamientos y conflictos. El agua es un recurso vital y su escasez puede desencadenar graves consecuencias, afectando múltiples sectores industriales y, en última instancia, nuestra supervivencia.
Este panorama pone de manifiesto la urgente necesidad de adoptar prácticas sostenibles en el consumo de ropa y de gestionar responsablemente el uso del agua para proteger este recurso vital para las generaciones futuras.