Estos bioplásticos, que son subproductos de la industria agroalimentaria, se descomponen por completo al cabo de 50 días, mientras que los que proceden del petróleo tardan de 100 a 1.000 años. Además, en estos no se usan disolventes y se genera ahorro energético durante su elaboración, según la Fundación Descubre.
Entre sus funciones destacan los dispositivos para liberar controladamente medicamentos, antimicrobianos o fertilizantes; también en la industria del envasado o para embalajes.
El objetivo de este proyecto es mejorar las propiedades de estos materiales para que pueda aplicarse como producto final y para ello van a dispersar adecuadamente esas partículas de dimensiones microscópicas o tipo nano, modificando el pH de la proteína. Así, se obtiene un biocompuesto que mejora las propiedades mecánicas, de absorción o de permeabilidad a gases, por ejemplo en envases, donde interesa que el oxígeno no pase a través de él.
Para la dispersión, se utilizan los mecanismos habituales para la fabricación de plásticos o polímeros derivados del petróleo. Por otro lado, pretende estudiar el efecto del pH dentro de la estructura o la conformación de la proteína y profundiza en la adición y dispersión de nanopartículas inorgánicas, es decir, en la manera en que se agregan estas sustancias al producto final, que pudieran mejorar las propiedades de esos materiales.
La proteína de gluten de trigo, individualmente, todavía no puede sustituir por completo a los plásticos convencionales, pero "se podrían utilizar como mezclas con otros polímeros, o como capas que pudieran favorecer o mejorar una serie de propiedades y que de alguna forma harían mucho más biodegradables ese producto final", ha señalado la experta.