El objetivo del estudio son las partículas que, de manera continua, se posicionan sobre el fondo marino de la Antártida. Porque, gracias a una serie de sensores de acidez, temperatura, salinidad y oxígeno, los expertos podrán analizar la diferencia de presión de dióxido de carbono de la atmósfera respecto del océano.
La importancia de este estudio radica en que es el primero de este tipo, puesto que el resto de trabajos similares se han producido en aguas abiertas. Además, son muy pocas las investigaciones que tienen en consideración el flujo de partículas en ciclos anuales.
De esta forma se busca averiguar el papel potencial de distintos microorganismos a la hora de combatir algunos efectos del cambio climático en la atmósfera. “La información que hay sobre el rol de las especies claves del zooplancton en la columna de agua es escasa”, reconocían los encargados de la investigación, que pretenden ahondar en la función de organismos como el fitoplancton y el zooplancton en la exportación de materia orgánica al fondo del océano.
El proceso, conocido como ‘bomba biológica de carbono’, consiste en la captación, por parte del fitoplancton, de carbono en la atmósfera. A continuación, este será consumido por el zooplancton, y sus deposiciones terminarán sedimentándose en el fondo marino.
Gracias al estudio de las deposiciones de CO2 en el fondo de la Antártida, los científicos podrán averiguar las épocas de mayor reciclaje de este gas de efecto invernadero, y encontrar soluciones para combatir de manera más activa el ritmo acelerado del cambio climático.