El último informe sobre el cambio climático afirma que los fenómenos meteorológicos que lo acompañan han hecho que los desastres ambientales se multipliquen por cinco durante el último medio siglo.
Esta catástrofe ha provocado una media de 115 fallecimientos y la pérdida de 202 millones de dólares al día (169,1 millones de euros). Sin embargo, el número de fallecimientos es prácticamente tres veces menor que la cifra de hace medio siglo.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM), principal aval científico de este informe, asegura que todos estos fenómenos meteorológicos, climáticos e hidrológicos extremos a causa del cambio climático están aumentando y serán más fuertes y graves en distintas partes del mundo.
En este sentido, seguirá habiendo más olas de calor, sequías e incendios forestalesde un calibre similar a los registrados recientemente en Europa y Norteamérica. Se prevé que en Asia y Norteamérica asciendan las temperaturas y las lluvias se vuelvan más intensas durante las próximas décadas.
Por el contrario, en la cuenca del Mediterráneo, el sur de África, Australia y ciertas zonas del continente americano, incrementarán las sequías; esto desencadenará desastres y afectará a la productividad agrícola.
Del mismo modo, aquellas poblaciones que estén más expuestas a estas consecuencias se verán más afectadas; en la actualidad, es mayor el desplazamiento forzoso a causa de los desastres naturales que el propiciado por los conflictos armados en todo el mundo.
Curiosamente, en la actualidad se está dando una tendencia descendente de muertes anuales al comparar la media de 170 muertes al día entre 1970 y 1980, con las 90 muertes de 1990 y los 40 fallecimientos de la última década.
Por el contrario, las pérdidas económicas han aumentado a causa de la cantidad de bienes que necesitan ser asegurados y el desarrollo de infraestructuras de mayor valor. En este sentido, la OMN afirma que las pérdidas entre 2010 y 2019 fueron siete veces mayores que las registradas entre 1970 y 1979.
En cuanto a las víctimas mortales, los países pobres se llevan la cifra más alta, mientras que las mayores pérdidas económicas se corresponden con los países ricos, con Estados Unidos entre los seis primeros.