Pese a ser uno de los continentes más grandes del planeta, la Antártida es también uno de los más frágiles. Por una parte, el cambio climático se ha dedicado a derretir gran parte de su superficie helada. Pero por otra, como demuestra la investigación publicada en la revista Nature Sustainability, el ser humano sería responsable de una acción mucho más directa sobre este gran desierto helado.
La construcción humana en zonas sin congelar de la Antártida ya superaría los 390.000 metros cuadrados. Lo que supone también un impacto añadido, que solo en las zonas desprovistas de hielo, es mayor a cinco millones de metros cuadrados.
El estudio se basó en la información obtenida del análisis geográfico y de las construcciones en el continente, a través de un sistema de mapeado, con imágenes por satélite. A través de los datos recopilados se estableció que el impacto de la huella humana se encuentra concentrado de forma alarmante en algunos de los entornos más frágiles: localizaciones situadas a pocos kilómetros de la costa, en zonas parcial o completamente descubiertas de hielo.
Para Shaun Brooks, uno de los autores del estudio, esto implicaría importantes consecuencias para la fauna de una zona que incluye “especies icónicas como los pingüinos Adelaida”, y que, por otro lado, “proporciona las áreas más accesibles para los animales marinos que se reproducen en tierra”.
Con las conclusiones aportadas por este estudio, Brooks y el resto de investigadores esperan que en el futuro se establezcan planes de gestión internacionales para cualquier tipo de expedición, ya sea científica o turística.