Un 6,8% de los maltratadores penados que se han sometido a un programa de intervención para agresores porviolencia de género, pero no han ingresado en prisión, reinciden a los cinco años. Esta cifra se eleva al 11% pasados 11 años. Además, en el caso de los maltratadores que no se han sometido a este tipo de programas, la reincidencia incrementa hasta el 30%.
En este sentido, los psicólogos de Instituciones Penitenciariasque se encargan de este programa de intervención para agresores en medidas alternativas (Priama), afirman que se trata de terapias con éxito, en base a lo difícil que resulta trabajar con personas que no reconocen el daño provocado.
De este modo, los maltratadores que no ingresan en prisión no son capaces de verse como delincuentes, sino que se sienten víctimas, piensan que no han hecho nada y que la ley está de parte de las mujeres.
La Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género de 2004 prevé la necesidad de que los hombres condenados, cuya pena privativa de libertad esté suspendida o sustituida, participen en programas de intervención como parte de las reglas de conducta impuestas.
Estos programas tienen por objetivo eliminar las conductas violentas y reducir la probabilidad de reincidencia en actos de violencia de género por parte de personas condenadas; van destinadas a personas cuyas penas no superan los dos años y un día de cárcel y a las que el juez les permite no ingresar en prisión si participan en algún plan socioeducativo.
Una de las mayores dificultades que presentan los grupos de intervención es el pensamiento sexista de sus integrantes y el hecho de que no reconozcan el daño causado, lo que les provoca un malestar que se ve agravado por la obligatoriedad de asistir a algún tipo de terapia.
A su vez, este es uno de los principales motivos por los que las terapias son en grupo, ya que se genera un sentimiento de comunidad en el que unos aprenden de otros, reflexionan y se produce un ambiente rehabilitador.
Otra dificultad es el hecho de que la psicóloga sea una mujer, autoridad que, en ocasiones, les cuesta aceptar. Además, en muchos casos se trata de integrantes con poca preparación y que son infravalorados por sus jefes en el trabajo.
El programa de intervención tiene una duración aproximada de 10 meses, tras los que se espera que el maltratador logre empatizar con su víctima y reconocer el daño provocado. Se trata de un largo camino que a veces termina incluso con el agradecimiento de sus participantes.