El centro universitario ha informado en un comunicado que en el estudio han participado un total de 105 mujeres, de las que 69 han sido víctimas de violencia machista y 36 forman parte del grupo control.
Las participantes se han enfrentado a una situación de estrés estandarizada: es una simulación de entrevista de trabajo y un cálculo matemático, y después les han extraído muestras de saliva para medir la respuesta fisiológica al estrés agudo.
Durante la segunda fase, por su parte, las mujeres han visto en una pantalla caras neutras o con expresiones amenazadoras, y los investigadores han medido en qué grado prestaban atención a unas u otras.
Como refleja el test de atención, un grupo de mujeres estaba mucho más atento a las caras amenazadoras, siguiendo un patrón de actitud vigilante, mientras que otro grupo las esquivaba.
Las mujeres víctimas de violencia de género que seguían un patrón de vigilancia presentaban una mayor respuesta al estrés (sobre todo del cortisol) que el grupo control.
De este modo, los resultados que se han obtenido permiten avanzar en el conocimiento de los procesos cerebrales que experimentan las víctimas de violencias para poder desarrollar mejores protocolos de actuación y minimizar sus consecuencias a la salud mental a largo plazo.