Para aclarar los diferentes términos que se utilizan, se puede decir que la violencia machista es aquella que se ejerce bajo la referencia cultural del machismo, es decir, bajo la referencia del concepto de la superioridad del hombre y bajo la idea de que lo que es diferente es inferior y queda expuesto a la discriminación y a la opresión para limitar sus derechos.
Por lo tanto, a partir de este modelo, una mujer es diferente e inferior, pero también lo es un extranjero, una persona homosexual, transexual o un grupo étnico diferente, y dentro de esta violencia machista hay una violencia específica contra la mujer que se puede denominar tanto violencia de género, como violencia contra la mujer.
En ella, el modelo de poder del hombre puede ir por dos vías diferentes: una la de que la mujer es una posesión, algo que se puede controlar y dominar; y otra que es un objeto para su beneficio, un ejemplo paradigmático de la violencia sexual.
Violencia de género y violencia contra la mujer
La diferencia entre estos dos términos proviene de los años 90, antes de que se profundizara sobre el concepto y cuando este englobaba solo a las mujeres. Hoy en día hay más pluralidad y otras construcciones de género que tampoco son aceptadas por el machismo.
Sin embargo, debido a la Ley contra la violencia de género, aprobada en 2004, se recurre al término violencia de género sólo cuando la violencia contra la mujer la ejerce una pareja o expareja de la víctima, tal y como recoge la norma, mientras que violencia contra la mujer se extiende a casos en que víctima y agresor no se conocen o no mantenían una relación sentimental, como violaciones, acoso, trata, entre otras.
Aún así, hay que señalar que las motivaciones de ambas son las mismas, así que se pueden usar ambos términos indistintamente.
En cuanto a la posibilidad de cambiar el término ‘de género’ ante las discrepancias que existen en el feminismo sobre este concepto, este se podría mantener siempre que se añada ‘contra la mujer’.
La violencia familiar no busca la dominación
Una vez expuestos los conceptos de violencia machista, de género o contra la mujer, queda claro que la violencia familiar, intrafamiliar o doméstica no tiene el mismo objeto que las anteriores. En este caso, el objeto de la misma no es la dominación, sino la resolución de un conflicto ocasionado por la convivencia o problemas derivados de una relación familiar y cercana, como puede ser una herencia. Aquí, víctima y agresor pueden ser, desde unos hermanos, hasta un abuelo y un nieto, o dos estudiantes que conviven.
Debe haber un proceso de transformación social
Los datos de un estudio del Centro Reina Sofía indican que un 24% de los jóvenes piensa que el feminismo va en contra de los hombres y que el sector conservador entiende el feminismo como un ataque o una guerra cultural que llama a retomar el modelo androcéntrico.
Sin embargo, la realidad es que los hombres solo pueden obtener beneficios de las políticas feministas, porque llevan hacia una sociedad más igualitaria. No se trata de atacar a los hombres, sino de cambiar la cultura androcéntrica.
Por ello, las transformaciones legislativas feministas deben ir acompañadas de un proceso de transformación social para ser eficaces y lograr una norma que implique cambios para concienciar y preparar a la sociedad.