Este domingo a las 21:30 en laSexta, ‘Salvados’, presentado y dirigido por Gonzo, muestra la historia de una generación marcada por la heroína. El periodista conversa con personas que vivieron aquellos años y hoy siguen sin explicarse muy bien por qué están vivos. Son supervivientes que estuvieron enganchados y lograron salir. El domingo recuerdan en ‘Generación Heroína’ la muerte de amigos y los horrores de necesitar, sí o sí, un nuevo chute.

La generación de españoles que hoy se acerca a la edad de jubilarse, en su adolescencia y juventud vio como una sustancia entonces no muy conocida los arrasaba de forma cruel: la heroína. La heroína fue romantizada a finales de los setenta por quienes salían de la asfixia de una dictadura. Demasiados murieron, primero, por la ignorancia en torno a una nueva droga tan adictiva como letal. Y segundo, porque la administración tardó en entender cómo debía combatirse algo así.

Entonces era común escuchar advertencias sobre jeringuillas en los parques o escapar de los ‘yonkis’ que atracaban para pagarse la próxima dosis. Detrás de aquellas advertencias había historias humanas como las que protagonizan el ‘Salvados’ de este domingo.

Adicción, cárcel y VIH

Félix creció en Palma de Mallorca. En los setenta era un adolescente. Probó la heroína porque le atraía el ritual. Se fue a Madrid al ejército, donde siguió consumiendo, y al volver a Palma se convirtió en adicto. Solo pensaba en conseguir droga y empezó a cometer pequeños robos. Recuerda el rechazo del resto de la sociedad y los amigos que perdió. Su familia lo ingresó en un manicomio para intentar acabar con la adicción. Hoy lo que más le preocupa es que sus hijos pasen por lo que pasó él.

Marian se crió en los setenta en Ondarroa, un pueblo marinero de la costa vasca. Nunca tuvo ninguna necesidad económica. Tomó heroína por primera vez a los 16 años. “Entonces solo se metía ‘caballo’ gente de dinero”. Cuando se hundió en la adicción superó muchos límites: “robé y llegué a pensar en prostituirme”. Además de su adicción, fue de las primeras diagnosticadas de virus VIH en Euskadi. Enterró a muchos amigos, “a una generación entera”. Hoy lamenta que los jóvenes que pueden entrar ahora en contacto con la droga “no tienen ni idea de dónde se meten, lo que nos pasó a nosotros se ha olvidado mucho”.

Martín se crió en Santa Coloma de Gramenet, al lado de Barcelona. No sabía nada de la heroína pero “medio barrio se enganchó”. Recuerda la sensación “maravillosa” de la primera vez que probó esa droga. Se enganchó muy rápido. Atracaba bancos para conseguir dinero para pagarla. Pasó unos trece años en la cárcel, donde se juntaban muchos adictos. Y dentro,picas

muchos se seguían metiendo heroína, alquilando jeringuillas o inyectándosela con un bolígrafo. Le diagnosticaron VIH como a muchos otros internos.

La reacción de la administración

Joan Ramon Villalbí es delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas. Recuerda que la adicción arrancó en entornos de clase media y universitarios pero rápidamente se extendió a barrios desfavorecidos y allí arrasó. Asegura que los estragos que causó la heroína en los ochenta se puede considerar una pandemia. Lamenta que entonces había mucho desconocimiento “también entre los profesionales” de la medicina. Recuerda cómo se creó el primer Plan Nacional sobre Drogas a mediados de los ochenta. Y avisa que ahora cada vez tienen más peso las drogas estimulantes, algunas de ellas “muy destructivas”.

Marta Torrens es directora emérita de Adicciones del Hospital del Mar en Barcelona. Recuerda los primeros heroinómanos que llegaban al hospital con el ‘mono’ cuando empezaba su carrera. “Aquello era tremendo. Se les consideraba unos viciosos porque lo hacían porque querían”. La metadona abrió una ventana a la esperanza para tratar a los adictos. Pero tuvo que superar primero la resistencia de muchos médicos que consideraban que dar metadona los convertía en “camellos legales”. La primera legislación para administrarla, muy restrictiva, tampoco ayudó. Para ella “la adicción es una enfermedad crónica que hay que empezar a tratar lo más pronto posible”.

Jorge Gutiérrez es médico y presidente de Madrid Positivo, una organización que se ocupa de asistir a heroinómanos y afectados por el VIH desde inicios de los 80. Gutiérrez recuerda que a La Rosilla, un poblado que hizo la Comunidad de Madrid para realojar a gitanos que vivían en chabolas, “iban cada día 20.000 personas a comprar heroína”.Todos coinciden en que lo que sucedió en esa etapa no se debería olvidar.