Este domingo, a las 21:30 horas en laSexta, ‘Salvados’ aborda el importante papel de los escoltas en el País Vasco durante la época de actividad de ETA. Gonzo conversa con cuatro escoltas, quienes relatan sus experiencias, desde su llegada a la región hasta la relación con los protegidos y la ausencia de reconocimiento por su trabajo tras los años de violencia.
A mediados de los 90, ETA dio un giro a su estrategia y empezó lo que se conoció como la “socialización del dolor”. Nadie que se opusiera a la banda terrorista estaba a salvo. Tanto políticos de primera línea como concejales de pueblo, jueces, empresarios, periodistas y funcionarios pasaron a formar parte de su lista negra.
El Estado, que no disponía de suficientes policías para proteger a todos los amenazados, permitió la llegada de 3.000 escoltas a Euskadi. Y durante 20 años, el País Vasco fue uno de los territorios con más escoltas y personas protegidas del mundo. Muchos de estos escoltas llegaron sin experiencia previa ni formación a una sociedad de la que no sabían nada.
Vivir entre el rechazo social y los abusos de sus protegidos
Gonzo viaja al País Vasco para hablar con cuatro de esos escoltas. Francisco, Richard, Manuel y Aitor explican cómo vivieron esos años. Desde su experiencia previa (Richard había trabajado para la familia de David Beckham) o su contratación (Manuel se incorporó al servicio tras ver un anuncio en el Marca) a los motivos que les llevaron a aceptar el trabajo o la relación que tenían con sus protegidos.
Su trabajo no era fácil. Al temor a sufrir un atentado había que añadir un modo de vida casi clandestino, la presión del entorno abertzale y el rechazo de un sector amplio de la población local.
Algunos confiesan a Gonzo que aceptaron el trabajo porque les gusta el riesgo y se ganaba dinero. Otros aseguran que hubieran preferido que su trabajo no hubiese sido necesario nunca. Lamentan que a menudo las empresas de seguridad que los contrataban les tratasen como si solo fuesen “un número” que les servía para ganar dinero.
Todos cuentan con detalle la relación con sus protegidos o compañeros, destacan que había escoltas “muy buenos” y cómo, al desaparecer la violencia de ETA, tuvieron que buscarse la vida o pasarse años en el paro.
Reencuentro con sus protegidos y reconocimiento pendiente
Gonzo acompaña a dos de ellos a reencontrarse con sus protegidos. Francisco vuelve a compartir comida con Gorka Landaburu. El periodista, que fue víctima de un atentado con paquete bomba que le mutiló varios dedos, recuerda que Francisco llegó a ser como “de la familia”. Y reclama un mayor reconocimiento al colectivo de escoltas. “Gracias a estos señores muchos estamos en vida”, asegura.
Por su parte, Manuel vuelve a Mondragón para encontrarse con Matilde Martín, exconcejal socialista de esa localidad. Mientras pasean, hoy ya tranquilos, ambos recuerdan cómo tenían que revisar el buzón, las papeleras o el hueco del ascensor a diario.
¿Cómo vivían aquellos que hacían de escolta personal en el País Vasco en los años más duros de ETA?¿Qué relación establecieron con sus protegidos y su entorno?¿Quién ganó dinero con ellos? Y ahora que la amenaza terrorista parece lejana, ¿qué fue de ellos?