En la infancia se forman los hábitos de los más pequeños. Esto, unido a que se trata de un periodo de desarrollo físico y cognitivo, supone una posibilidad inmejorable para fomentar la actividad física diaria y el ejercicio desde edades tempranas.
De esta forma, si inculcamos estos hábitos en nuestros hijos fomentaremos toda clase de beneficios físicos y emocionales y al mismo tiempo, se reducirá el riesgo de que puedan padecer enfermedades. Para ello, los expertos dividen el periodo de actividad de acuerdo a la edad de los más pequeños, en tres grupos.
Desde el nacimiento debe evitarse el sedentarismo y estimularse la actividad física. A partir de los seis meses es aconsejable fomentarlo mediante juegos supervisados, en entornos seguros, o a través de actividades acuáticas apropiadas.
A partir del año o los dos años, se aconseja que se dé a los pequeños libertad de movimiento, por lo menos tres horas al día. También se recomienda reducir el tiempo que pasan sentados en sillas, carritos o balancines. Y a partir de los dos años, debemos evitar que pasen largas temporadas ante las pantallas de la televisión, del ordenador, del móvil, etc.
En edad preescolar, los especialistas aconsejan al menos tres horas al día de actividad física. Esto supondrá todo tipo de beneficios comprobados: tendrán mejor rendimiento escolar, mantendrán un peso corporal saludable; desarrollarán un aparato locomotor y un sistema cardiovascular sanos, y confiarán más en ellos mismos.
En este caso el entorno familiar juega un papel de gran importancia, ya que los miembros de la familia serán los encargados de fomentar su afición por todo tipo de actividades saludables, como practicar deporte, pasear o realizar actividades al aire libre. Además, debemos evitar el sedentarismo y procurar que los pequeños no pasen más de una o dos horas sentados.
Por otra parte, a partir de 6 años es recomendable que los más pequeños empiecen el día con actividades físicas ligeras de activación como caminar hasta la escuela o ir en bici y patinete. Por la tarde, al finalizar la escuela y antes de realizar las tareas escolares, se aconseja que los menores practiquen algún deporte o juego libre activo. Sin embargo, cabe recordar que no se tratar de valorar tanto los logros deportivos ni de fomentar una competitividad exagerada en este terreno.