Los frutos secos se caracterizan por su bajo contenido en agua y por su riqueza en grasas saludables.
Las nueces, las almendras, las avellanas, los piñones, los anacardos, los pistachos, las nueces de Brasil y de Macadamia, son los frutos secos propios de nuestra zona.
Los cacahuetes, a pesar de ser una leguminosa, también se suelen incluir en este grupo aunque sus características nutricionales son diferentes. No ocurre lo mismo con las frutas disecadas como las pasas, las ciruelas o los higos, que no son frutos secos, sino frutas.
Los expertos recomiendan el consumo de frutos secos es de al menos unas tres veces a la semana en pequeñas raciones de aproximadamente 30 gramos, lo que equivale a un “puñadito”.
También se pueden consumir a diario, pero en este caso es aconsejable evitar aquellos que lleven azúcar o sal añadida.
Entre sus aportaciones nutricionales, destaca la fibra, las vitaminas y los minerales, y muchos de esos componentes tienen propiedades antioxidantes, como la vitamina E, el magnesio, el selenio y algunas sustancias fitoquímicas.
Son alimentos con un gran aporte calórico por su elevado contenido en grasa, pero se trata de una grasa cardiosaludable, ya que es insaturada, aunque la calidad varía de unos a otros. Por ejemplo, las grasas de las nueces son más insaturadas que las de las avellanas y las almendras.
Es importante saber que cuando optamos por las grasas insaturadas en lugar de las saturadas, contribuimos a mantener el colesterol sanguíneo a niveles normales.
Los frutos secos también se caracterizan por su elevado aporte de proteínas. De hecho, junto a las legumbres, son las fuentes principales de proteínas en las dietas vegetarianas.