Hoy en día podemos encontrar hasta tres tipos distintos de agua, según su pureza. Por una parte, destaca el agua mineral natural; es decir, el agua embotellada que podemos conseguir en supermercados, y que consiste en agua recogida casi directamente de manantial, por lo que su calidad suele ser siempre bastante alta.
Por otra parte, encontramos el agua de grifo. En este caso, su calidad dependerá en gran medida de la zona en la que nos encontremos. E incluso, en algunos casos, deberemos evitar completamente su consumo por contener niveles demasiado altos de sustancias como arsénico o aluminio.
Por último, destaca el agua filtrada, algo muy fácil de conseguir, y que reportará grandes beneficios para nuestra salud. La característica principal de este proceso se encuentra en que elimina casi todas las toxinas y sustancias perjudiciales para nuestro organismo. Ya sea mediante la cocción del agua, o mediante un aparato de filtrado.
Sin embargo, si bien este filtrado acabaría con cualquier riesgo de sufrir infecciones gastrointestinales o enfermedades similares, es indispensable mantener estos filtros completamente limpios en todo momento, o de lo contrario podrían producir el efecto contrario al deseado.
Pero, además, filtrando nuestra propia agua estaremos ayudando a cuidar el medio ambiente al evitar el consumo de botellas de plástico. Un envase que, a su vez, también puede acabar por contaminar el agua que contenga y resultar perjudicial para nuestra salud.