En concreto, la investigación se ha centrado en determinar la bidireccionalidad de la relación entre laactividad física de intensidad moderada-vigorosa, el sedentarismoy la fragilidad en adultos mayores.
Para ello, y durante cuatro años, se ha realizado un seguimiento a 186 personas con 65 años o más y que estaban incluidas en el 'Estudio de Toledo de Envejecimiento Saludable'.
Los análisis anteriores sugerían aumentar la actividad física y reducir los niveles de comportamiento sedentario para disminuir la función física asociada al envejecimiento, además de poder retrasar los síntomas clínicos de fragilidad en mayores.
De modo que, los expertos del nuevo estudio decidieron analizar la relación longitudinal de la actividad física moderada-vigorosa en los resultados de fragilidad, y también la asociación de esta con el comportamiento sedentario.
Los datos obtenidos del seguimiento de estos pacientes confirman que aquellas personas que llevan a cabo un nivel más bajo de actividad física moderada-vigorosa al principio del estudio, acababan por desarrollar una mayor fragilidad con el paso del tiempo.
Sin embargo, el hecho de pasar más tiempo en comportamientos sedentarios al principio del estudio no implicaba una relación con la progresión hacia una mayor fragilidad con el paso de los años.
En concreto, el alto estado de fragilidad inicial es lo que pronostica los niveles más altos de sendentarismo, es decir, que el comportamiento sedentario no es un determinante de la fragilidad, sino más bien una consecuencia de la misma.