"Individualmente, la siesta y el sueño nocturno no son suficientes para inducir cambios en esta memoria. Esto apoya la idea de que una conjunción entre ambos beneficia la consolidación de recuerdos en niños pequeños", declara Rebecca Spencer, investigadora principal del estudio.
También han descubierto que las siestas contribuyen al procesamiento emocional en los niños en edad preescolar, "aunque este beneficio en la memoria emocional se retrasa", señala Spencer.
"Una observación común de los padres y maestros de preescolar es que los niños parecen gruñones o mareados cuando se saltan la siesta. Nuestros resultados son consistentes con estas observaciones: las siestas contribuyen al procesamiento emocional a esta edad temprana", insiste la investigadora.
El equipo decidió explorar si las siestas pueden contribuir a la consolidación de la memoria para recuerdos con carácter emocional, ya sea un contenido bueno o malo, en la primera parte de la infancia. Para ello, mostraron a niños de tres a cinco años una serie de imágenes que contenían caras con descripciones de palabras malas o bonitas, pero no observaron efectos significativos en la memoria emocional. La precisión de la memoria tampoco difirió cuando se probó después de una siesta en comparación con un intervalo de vigilia.
Sin embargo, cuando se volvió a probar la memoria después de dormir durante la noche, el cambio en la precisión de la memoria fue mayor si el niño había dormido la siesta el día anterior. Además, los científicos detallan que una mayor actividad del sueño de ondas lentas en la siesta se asocia con mayor disminución de la memoria durante el sueño.