Jacqueline Pistoulet, directora de marketing de SMAAART, una fábrica que ha reacondicionado entre 400.000 y 500.000 teléfonos desde su apertura en 2017, asegura que, mientras que un teléfono de segunda mano no tiene ningún control, un teléfono reacondicionado está controlado y sometido a una garantía. Esta fábrica tiene la capacidad de reacondicionar 5.000 teléfonos al día. Antes de reacondicionar un teléfono, comprueban que no se haya utilizado en delitos de falsificación. Una vez hecho esto, se pasa al borrado de datos, de manera que no quede ningún dato del usuario anterior. Después se comprueban las funcionalidades del teléfono y, a continuación, la estética, y se le pone una nota. Con toda esta información, reparan el teléfono en base a los puntos que hayan visto que necesitan ser arreglados. Una vez terminado el proceso de reacondicionamiento, limpian el teléfono y le ponen otra nota de salida, que puede ser diferente a la nota de entrada en función de los cambios que haya necesitado. A continuación, lo colocan en una caja con todos sus accesorios y una garantía de 12 a 24 meses. Reacondicionar un teléfono produce 8kg de CO2, frente a los 60kg que se emiten en la fabricación de un móvil nuevo. En este sentido, el 80% de la contaminación carbónica de un teléfono nuevo se debe a su fabricación. Con ello, cada móvil reacondicionado permite ahorrar la emisión de 52kg de CO2 y evitar la extracción de 56kg de materias primas, por lo que resulta mucho menos contaminante que un teléfono nuevo, y su precio es entre un 30-50% más barato. Esta fábrica recibe muchos teléfonos de fuera, como Estados Unidos o Asia, y los que son de Francia proceden de empresas y operadores telefónicos. Puede reacondicionar un teléfono hasta tres veces, de manera que llegue a los seis años de vida.