En España, hay una piscina por cada 35 habitantes, y muchas urbanizaciones cerradas con piscinas afectan al desarrollo sostenible de las ciudades.
Jorge señala que "son lugares que están fuera de las ciudades, en la periferia, con construcciones tanto en Barcelona como en Madrid y Valencia, incluso a 50-70 kilómetros. Esto implica un uso intensivo del coche porque son zonas sin comercios próximos. El comercio de barrio muere porque siempre existe un centro comercial donde se enfoca al público a ir a comprar allí. El uso del coche es la primera cuestión. Después, si existen zonas de césped, hay que regarlas; si hay piscinas, hay que llenarlas, y eso implica un uso intensivo del agua."
El cambio climático incita a las personas a vivir de otra manera. Jorge Dioni, autor de "La España de las Piscinas", comenta en su libro que le parece una desfachatez haber promovido un modelo inmobiliario que invita a irte 50 kilómetros y ahora te digan que no uses el coche. Critica que siempre se busca culpar a los últimos escalones, nos culpan de no cerrar el grifo cuando nos lavamos los dientes, cuando regamos el césped, por bañarnos en una piscina, por usar el coche. Las piscinas no son el gran problema de consumo de agua, estos tanques que aunque parezcan estables, están rellenándose continuamente porque se evaporan todo el rato.
En España se aplican restricciones según el nivel de la sequía. Antes que las piscinas, se encuentra el sector agroalimentario, los cultivos, las macrogranjas o el sector textil o industrial. Se necesitan unos 400 litros de agua para producir 1 kilo de ternera y hasta 8.000 para fabricar un vaquero. El cambio climático necesita que se muestren las cosas en vez de venderlo tanto. Las ciudades del País Vasco y Navarra hicieron leyes que intentan no promocionar el urbanismo disperso porque son zonas pequeñas y no quieren dirigir el capital al sector inmobiliario.