La osa Nicolasa fue la última en dejar este lugar. Siguió enjaulada, sin compañía y tuerta, víctima de una perdigonada, hasta 1984, cuando la trasladaron. Antes, los diferentes animales fueron muriendo por las pésimas condiciones y la falta de cuidados, ya que no había vacunas, ni desparasitación, ni se controlaba correctamente su alimentación, ni disponían de espacio suficiente.
La primera en morir fue Zara, una cachorra de león que la dieron a conocer en unas Fiestas del Pilar, explica el veterinario clínico Alberto Cortés, quien se ocupó de Nicolasa en sus últimos años en el parque. Otros ejemplos son un león que fue quemado vivo o un jabalí con el que se organizó una batida después de que aumentara de tamaño y ya no cupiese en su jaula.
Nicolasa estaba emparejada con Juan, ambos osos pardos, que podrían haber criado, al menos, otros diez osos, según Cortés. Sin embargo, el espacio tan reducido provocaba que el macho acabara matando a sus cachorros cada vez que nacían. Se cree que a Juan lo enveneraron y, por tanto, Nicolasa se quedó en soledad en el Parque Bruil, durante cuatro años más.
Se quedó tuerta y deambulaba por una jaula de cuatro por tres metros donde solo tenía un agujero lleno de agua para lavarse. "Psíquicamente estaba destrozada", señala Cortés. El veterinario se ofreció a colaborar en lo que quedaba del minizoo con la intención de llevarse a Nicolasa. El Ayuntamiento de Zaragoza accedió porque fue un acto gratuito, todo lo que supusiese un coste extra era rechazado.
Tras un acuerdo entre el Ayuntamiento de Zaragoza, Rotary Club, Galerías Preciados y Rioleón, la osa Nicolasa marchó sedada del Parque Bruil en 1984 hacia el safari Rioleón. Allí vivió un par de años más pero debido a las secuelas que tenía ya no podía vivir la vida de un oso normal.
"En su recuerdo y en el de otros animales que aquí sufrieron maltrato, y con la esperanza de que el maltrato animal sea pronto un mal recuerdo. Zaragoza. Ciudad amiga de los animales", se lee en la placa colocada por el Ayuntamiento.