En un año en el que el foco de atención está puesto en los mares por las temperaturas máximas récord registradas, pocos caen en la cuenta de que el calentamiento global también afecta a la salud de los ríos y, por ende, a la de los animales, plantas y humanos que dependemos de ellos.
Aunque el nivel de afectación varía según la zona, el calentamiento climático lastra la salud de los ríos de manera generalizada pues conlleva una alteración de las lluvias de las que dependen directamente sus caudales, según el responsable de la Sección de Medio Fluvial del Departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente de Navarra, José Ardaiz, miembro del proyecto Life Kantauribai.
Estos caudales se ven también muy afectados por las cada vez mayores "detracciones" de agua que hacemos para abastecer a industrias y poblaciones mermando su capacidad para acoger fauna y flora.
Además, una vez usada, devolvemos el agua a los ríos en condiciones "no del todo favorables" en la mayoría de los casos, aunque bien es cierto que se ha mejorado "muchísimo" en depuración, ha apuntado el experto.
También hay que recuperar la continuidad longitudinal de los ríos, por los que peces y sedimentos no pueden viajar libremente debido a obstáculos artificiales, como presas o azudes (aspecto central de Life Kantauribai) así como su longitud transversal. "Hay que dejar a los ríos anchura suficiente para que puedan crecer y contraerse según la época del año", según Ardáiz, que ha añadido que es de vital importancia recuperar las orillas y la vegetación próxima a los cauces para que su sombra evite que el agua se caliente y sus raíces capturen contaminantes.
Exceso de plaguicidas
Según datos del Ministerio para la Transición Ecológica, en 2021, casi el 30 % de los puntos de seguimiento de aguas superficiales (ríos, lagos o embalses) presentaba concentraciones de plaguicidas superiores a la norma de calidad ambiental. Ese año, el 30 % de las masas de aguas superficiales tenía una calidad biológica "peor que buena" y, aunque hay cierta mejora entre 2010 y 2021, la media del decenio arroja que cerca del 40 % no alcanzó el buen estado, ha apuntado la investigadora del Instituto de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente de la Politécnica de Valencia Carmen Hernández.
Entre las causas, unos caudales ecológicos por debajo de lo deseable desde el punto de vista ambiental por unas sequías cada vez más severas y la sobreexplotación de acuíferos y ríos, y la fragmentación del hábitat por obstáculos como presas o azudes, según la investigadora, colaboradora del proyecto Life Renaturwat.
Reducir la presencia de nutrientes en las aguas residuales que se vierten al medio natural es fundamental para evitar la eutrofización de masas de las agua, en las que la falta de oxígeno que produce la proliferación de algas hace prácticamente imposible la existencia de otras formas de vida.
Con el objetivo de renaturalizar al máximo las aguas residuales urbanas, Life Renaturwat testa el uso de lodos procedentes de potabilizadoras en su depuración en estaciones basadas en humedales artificiales, con unos resultados preliminares que revelan reducciones del 80 % en lo que respecta al fósforo, ha apuntado Hernández.
326 especies invasoras introducidas
Otra de las grandes amenazas para los ríos es la llegada de especies exóticas invasoras (EEI), cuyo número y distribución no para de crecer en España.
Según datos del proyecto Life Invasaqua, en los ríos y estuarios de la Península Ibérica ya están introducidas 326 EEI y se han identificado otras 276 que presenta alto riesgo de invadirlos.
"Las EEI constituyen una importante amenaza para los ecosistemas fluviales. Causan pérdida de biodiversidad y alteraciones en la estructura, funciones y servicios de los ríos que suelen acarrear repercusiones socioeconómicas graves", ha explicado el coordinador de Life Invasaqua y profesor de la Universidad de Murcia, Francisco Oliva.
Conservar y restaurar los procesos naturales es esencial para el control de las EEI, según Oliva, que ha criticado que pese a conocerse el riesgo que conllevan para los ecosistemas, la agricultura, la pesca o el turismo, los planes para su gestión, control y erradicación, son escasos.
La restauración y rehabilitación de los regímenes de caudales ecológicos o naturales o el mantenimiento y recuperación de riberas vegetales permiten elevar la resilencia de los ríos, según Oliva. Por ello, en la elección de la alternativa para recuperar el curso natural del río (como el derribo de presas o azudes) se debe tener en cuenta la solución técnica más apropiada, pero también sus implicaciones ecológicas, especialmente cuando las EEI están presentes y puede comprometer la conservación de especies endémicas amenazadas.