Los suelos quemados no disponen de la barrera vegetal que protege a la tierra de la erosión que produce la lluvia, por lo que la protección de las zonas quemadas es fundamental para que vuelva a crecer la vegetación y los animales puedan regresar a sus hábitats, según informa Lourdes Hernández, portavoz de incendios forestales de WWF España.

En lo que va de año se han quemado más de 50.000 hectáreas, más del doble que en el mismo periodo de 2013, cuando se quemaron casi 21.000 hectáreas y que en 2014, cuando ardieron más de 37.000 hectáreas, según datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.

Los principales riesgos que genera esta superficie quemada es que, en caso de que se erosione, se trasladará a la red fluvial, añadirá sedimentos y contaminará las aguas.

"No puede perderse suelo, ni desaparecer organismos como invertebrados, polinizadores o descomponedores de materia orgánica, porque son necesarios para la recuperación del ecosistema", afirmaba Hernández.

"Lo peor es la erosión, porque es muy difícil regenerar el suelo, y en caso de perderlo se hablaría de degradación, desertificación y su recuperación sería más complicada", añadía Juli García Pausas, especialista de incendios del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

El especialista ha resaltado la importancia de detectar qué zonas pueden sufrir una erosión y colocar ramas secas o paja encima del suelo para que la lluvia impacte en la tierra de forma más suave.

"Lo importante es retener el suelo después del incendio o pocos días más tarde. En general, si pasan las lluvias del otoño, tras el fuego en verano, y el suelo no se ha erosionado, se puede considerar que está a salvo, aunque no como antes de las llamas", añade el especialista.

La madera quemada no debe retirarse de la zona, pues los árboles muertos crean un microclima que mantiene la humedad, además de que previenen la entrada de maquinaria para cortar troncos en lugares que pueden ser erosionados.

Sin embargo, no todos los ecosistemas reponden de la misma forma ante los incendios. Algunos ecosistemas no necesitan de una gran intervención humana, mientras que otros necesitan de la actuación del hombre para recuperarse. Además, las medidas que hay que adoptar dependen de la intensidad, la frecuencia del fuego y la capacidad del ecosistema para recuperarse.

La zona en la que se produce el incendio también influye en esta recuperación. Un sistema de montaña presenta una recuperación más lenta al no estar acostumbrado a los incendios, frente a un sistema mediterráneo adaptado a los incendios, donde la biodiversidad renace de forma más rápida.

La diferencia para afrontar un incendio reside en la vegetación propia de cada zona. Los ecosistemas mediterráneos disponen de una vegetación que, aunque muera completamente, protege las semillas que hay en el suelo y brotan en seguida. Este mecanismo no se presenta en las zonas de montaña debido a la poca frecuencia de incendios.

La fauna también se ve afectada por los incendios porque, aunque algunos animales consiguen escapar del fuego, como aves y grandes mamíferos, esta situación les produce un gran estrés al ver su vida amenazada, según la portavoz de incendios de WWF.

Algunos animales no pueden regresar a su hábitat natural, pues o ha sido destruido o alterado, lo que genera que no tengan alimento ni refugio. La zona quemada también produce que, en el momento de ser repoblado, se instalen especies distintas a las que se encontraban antes del incendio, como ocurre con las aves de estepa, que permanecen en esas zonas hasta que se renueva la zona.