Cada año se generan 38,2 millones de toneladas al año de cáscaras de frutas como la naranja y el pomelo, procedentes de la industria alimentaria, y que suponen un problema para la misma. Estos deshechos ocupan un gran volumen y no tienen gran utilidad.
Pero ahora, un estudio de la Universidad de Granada (UGR) y de investigadores mexicanos, han descubierto que la piel de naranja puede tener utilidad. Gracias a un tratamiento de descomprensión instantánea controlada, es posible modificar la estructura de estos residuos y otorgarles propiedades adsorbentes, como mayor porosidad y área superficial.
De esta forma, y mediante un tratamiento químico posterior, han conseguido añadir grupos funcionales al material y volverlo selectivo para remover contaminantes orgánicos y metales presentes en el agua.
En un estudio posterior, los mismos investigadores aplicaron este material a un filtro por el cual se hacia pasar el agua contaminada de la misma forma que se realizan los tratamientos residuales.
Los resultados obtenidos muestran el gran potencial del uso de estos materiales como adsorbentes de metales presentes en aguas residuales, de tal manera que podría colaborar con procesos sostenibles en donde se puedan obtener productos con alto valor comercial a partir de residuos de la industria alimentaria.