La concepción de que los perros solo son capaces de ver en blanco y negro era una idea generalizada, pero equivocada. Un grupo de científicos rusos han desmentido esta creencia.

Los investigadores, basándose en un estudio de la Universidad de Washington, han concluído que estos animales no solo son capaces de percibir una serie de colores, sino que además emplean esta gama para distinguir los distintos objetos.

Siempre se ha creído que los perros distinguían los objetos en función del brillo y el contraste, a nivel monocromático. Es decir, se suponía que las elecciones entre dos objetos que estaban juntos dependía de que los elementos fueran más claros u oscuros.

El científico Jay Netiz fue el primero en poner en tela de juicio esta creencia. En el año 2012 realizó una serie de experimentos con varias razas de perros para comparar su visión con la de los seres humanos.

La principal diferencia se encuentra en los dos tipos de receptores de colores llamados bastones y conos. Los humanos tienen tres conos, responsables de detectar el color y la longitud de onda de los tonos primarios, es decir, el verde, el azul, el rojo y el amarillo.

Los perros, por su parte, solo tienen dos de estos tres conos en sus retinas, por lo que les es imposible detectar el rojo y el verde, pero en un principio sí que podrían hacerlo con el azul y el amarillo. Esta situación se asemeja a la de una persona con ceguera cromática.

A partir de la investigación de Netiz, el Laboratorio de Procesamiento Sensorial de la Academia de Ciencias Rusa quiso ampliar los estudios de la Universidad de Washington y empleó a ocho perros de distintas razas y tamaños.

Los científicos rusos imprimieron diferentes papeles con los colores que, según los estudios anteriores, los perros debían ver, es decir, el amarillo claro, el amarillo oscuro, el azul claro y el oscuro.

El empleo de distintas tonalidades se utilizó para comprobar la teoría que afirmaba que los perros pueden distinguir los distintos brillos y contrastes.

Los investigadores emplearon en la primera prueba una hoja de color amarillo y la contrastaron con la azul claro, así como una combinación de amarillo claro y azul oscuro y pusieron estos colores delante de varias cajas cerradas que contenían cuencos de comida.

Después desbloquearon una de las cajas y emplearon el papel de color amarillo oscuro para colocarla delante de la caja que contenía un trozo de carne cruda, que serviría como parámetro de medición de cada ensayo.

La idea principal era que, si los perros identificaban que la carne cruda estaba relacionada con el color amarillo oscuro, pudieran abrir las cajas que tuvieran el mismo color con el objetivo de encontrar carne en los cuencos escondidos.

En tan solo tres ensayos los científicos descubrieron que los perros conocían muy bien qué color era el que se colocaba delante de la caja que contenía carne.

Además, los investigadores quisieron comprobar si los perros tomaban las decisiones en función del color o del brillo, por lo que emplearon distintos tonos del mismo color. Tras varias pruebas concluyeron que, una vez que los animales relacionaban la comida con el color amarillo, elegían este tono sin importar si era más claro u oscuro.

Como cada perro eligió el papel de color amarillo claro más del 70 % de las veces  y seis de los ocho perros tomaron la decisión de color entre el  90 y el 100 % del tiempo, esto les hizo llegar a la conclusión de que los canes elegían el color y no específicamente el tono.