La investigación señala que la vegetación y el suelo de la tundra “acaparan”, durante todo el año, este metal pesado y altamente tóxico que está presente en la atmósfera en estado gaseoso.
Los científicos detectaron que el mercurio, un metal muy volátil, es liberado en abundancia durante la época del deshielo, en la que los cursos de agua aumentan. Además este fenómeno podría verse amplificado, en los próximos años, por el cambio climático, debido a la combustión de carbón en las centrales eléctricas y en las actividades mineras o industriales.
El hecho es “especialmente preocupante en el Ártico, donde los niveles de contaminación de los animales se sitúan entre los más elevados del planeta“, según explican los científicos. Para ellos el problema está cuando el mercurio pesado viaja de las aguas del Ártico a la mesa, a través del pescado, ya que el mercurio causa graves problemas para la salud en el cerebro, riñones y en el sistema digestivo, aunque su impacto resulta aún más agudo en fetos, bebés y niños, ya que la toxina atraviesa la placenta y pasa por la leche materna.
Las mediciones fueron realizadas en Alaska durante dos años, y en ellas observaron que un tercio del metal pesado es capturado, y la mitad está sobre la superficie.