La idea para llevar a cabo este trabajo fue la propia experiencia personal de uno de sus autores, Rolf Halden. "Yo había llevado gafas y lentes de contacto la mayor parte de mi vida adulta pero empecé a preguntarme si alguien había investigado lo que ocurre con esas lentes de plástico", explica.
En Estados Unidos, alrededor de 45 millones de personas las usan y los científicos descubrieron que entre el 15 y el 20% las tiraba al lavabo o al váter cuando ya no les quedaba utilidad.
Dichas lentes desechadas acaban, generalmente, en plantas de tratamiento de agua residual. Los investigadores calculan que al año, solo en Estados Unidos, llegan entre seis y diez toneladas métricas de esos objetos de plástico.
Las lentillas son más densas que el agua, por lo que se hunden y pueden suponer una amenaza para la vida acuática. Y más para los animales que se alimentan en el fondo marino y de los ríos, que pueden ingerirlas.
El plástico con las que se fabrica es diferente. Están hechas de una mezcla de polimetilmetacrilato, siliconas y fluoropolímeros para que el material sea más blando. Esta cualidad permite que el oxígeno llegue a los ojos y no está claro cómo les afecta el tratamiento en plantas de aguas residuales.
Para estudiarlo, los científicos expusieron cinco polímeros hallados en varias marcas de lentillas a microorganismos aerobios y anaerobios presentes en plantas de tratamiento de agua y descubrieron que había cambios significativos en "los enlaces" de las lentes, que se debilitaron.
"Cuando el plástico pierde su fuerza estructural se rompe físicamente, creando pequeñas partículas de plástico que finalmente conducirán a la formación de microplásticos", detalla Varun Kelkar, otro investigador.
Los animales acuáticos pueden confundir esos microplásticos con comida, y como no son digeribles, pueden afectar "de forma drástica" su sistema digestivo. Asimismo, las personas también pueden estar expuestas a contaminantes plásticos, dado que algunos animales son alimento de los seres humanos.