En Nairobi, por ejemplo, se nota el cambio significativamente en las calles y en los supermercardos. Njeri Kabeberi, la directora ejecutiva para África de Greenpeace, ha asegurado que "la situación medioambiental ha mejorado" desde que se implantó la normativa. "Ahora ya no vemos bolsas de plástico colgadas en la vegetación ni volando en los días de viento. Las calles están más limpias", ha añadido.
También ha mejorado la salud de los animales. Entre el 10 y el 15% de los animales sacrificados para consumo humano tenían restos de plástico en sus estómagos, según ONU Medio Ambiente. "La prohibición ha ayudado a reducir la cantidad de plásticos en el entorno y ha reducido el número de animales que ingieren plásticos", ha declarado Kabeberi.
Por otro lado, la Asociación de Productores de Kenia (KAM) protestó contra esta norma porque consideraba que perjudicaría a la economía. En ese momento, existían 176 empresas que fabricaban plástico en Kenia y daban empleo directo al 2,89% de los trabajadores del país e indirecto a más de 60.000.
Se perdieron cientos de trabajos pero se crearon otros nuevos, con la apertura de fábricas para producir bolsas con materiales permitidos. Al principio, las nuevas bolsas se importaron desde Ruanda, unas 78 toneladas de este producto biodegradable que costaron 250.000 dólares. Algunos materiales con los que se crean las nuevas bolsas son el yute, el papel o el sisal.
Aunque la fibra de sisal, por ejemplo, también tiene sus dificultades. Se trata de una planta cultivada en regiones semiáridas de la que Kenia es tercer productor global. Debido a su alta demanda a nivel mundial, ha provocado un aumento de los precios y, por tanto, una preferencia hacia la exportación por parte de los productores kenianos.
En el mercado internacional, se pueden llegar a pagar unos 1.785 dólares por tonelada, mientras que en Kenia se queda en algo menos de 1.000 dólares. Pero el material escasea en el mercado interno y el Gobierno ha tenido que tomar medidas para intentar aumentar la cosecha desde las actuales 25.000 toneladas anuales hasta 30.000.
Ahora, la próxima amenaza para el medioambiente serán las botellas de plástico. "Necesitamos que los consumidores, acostumbrados a una cultura de usar y tirar, cambien su conducta".