Sólo en el sur de Brasil han dejado cerca de 150 muertos, 130 desaparecidos y más de dos millones de damnificados, además de provocar el desplazamiento forzoso de más de 600.000 personas, aunque no son pocos las que han preferido no abandonar sus hogares y atrincherarse en las plantas superiores, pese a la amenaza de acabar engullidos por la subida de las aguas. El centro histórico de Porto Alegre, capital regional del estado de Rio Grande do Sul, está inundado desde hace once días tras la crecida del río Guaíba y se cree que la vuelta a la normalidad podría demorarse semanas, mientras que otras poblaciones brasileñas corren el riesgo de pasar por lo mismo pese a tomar medidas como el refuerzo de diques o la instalación de bombas de agua en los canales para drenar el exceso hídrico.
La responsable de clima y energía de WWF España, Mar Asunción, ha explicado que no se puede ligar"episodios concretos" como el de Brasil exclusivamente al cambio climático porque "en los siniestros naturales influyen otras características locales”, como la deforestación y la degradación de ecosistemas, e incluso internacionales, como el calentamiento del océano Pacífico oriental ecuatorial conocido como El Niño. Sin embargo, "lo que hace el cambio climático, y está ya más que demostrado, es convertirlos en tendencia al aumentar la frecuencia e intensidad de estos episodios extremos y esto es lo que estamos viendo” en distintas partes del planeta donde, al ser más repetitivos, su impacto es "en consecuencia mayor". El investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas Fernando Valladares ha añadido que estos sucesos se deben principalmente a que los océanos ya no son capaces de almacenar el calor que llega y produce la Tierra y su intercambio con la atmósfera, lo que favorece fenómenos meteorológicos globales "que están por encima de los modelos habituales y las predicciones científicas".
Se trata de auténticas bombas de calor que ya avisaron el pasado año y que en el actual ejercicio se suman a otras circunstancias como las erupciones volcánicas y "no es un problema que se pueda arreglar en un día", ya que "se trata de una etapa más prolongada que afecta especialmente a zonas ecuatoriales y tropicales". En África y Asia En Kenia, las inundaciones han dejado estos días cerca de 300 fallecidos, 75 desaparecidos y 190 heridos, a los que hay que sumar unos 285.000 damnificados, según datos de su Ministerio del Interior. La temporada larga de lluvias en el este de África, de marzo a mayo, se ha visto intensificada precisamente por El Niño y, aunque las previsiones apuntan a una progresiva reducción de las lluvias, la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios ha advertido del riesgo de nuevas inundaciones por los altos niveles de humedad En Afganistán, la cifra de muertos por la misma razón suma más de 350 según el Ministerio de Refugiados del régimen talibán, que a las operaciones de búsqueda de afectados suma las de asistencia a más de un millar de heridos por este siniestro. Más de 8.800 edificios han quedado total o parcialmente destruidos en los últimos días en un país especialmente vulnerable a los fenómenos climáticos extremos, tras decenios de conflicto armado.
En Indonesia las autoridades cifran en más de medio centenar las víctimas mortales por las riadas de las últimas fechas que han dejado además una veintena de desaparecidos en Sumatra occidental, en el oeste del archipiélago, donde las inundaciones y corrimientos de tierra dejaron ya el pasado mes de marzo 26 muertos y cerca de 79.000 desplazados. Las últimas inundaciones generadas por la intensa lluvia se han visto agravadas además por el desprendimiento de lava fría del volcán Marapi, que entró en erupción el pasado mes de diciembre, cuando causó otros 23 fallecidos. ¿Y en España? En el caso de España, avisa Asunción "hay muchos factores y amenazas" agravadas por el cambio climático, desde la subida del nivel de mar en un país que es peninsular hasta inundaciones cada vez más impredecibles causadas por las DANA (Depresiones Aisladas en Niveles Altos) aunque el principal problema "son más bien las olas de calor y las sequías". Coincide con ella Valladares al afirmar que el calor es un problema global que afecta especialmente a España y que le permite pronosticar, siguiendo las previsiones de la Agencia Estatal de Meteorología, que "el próximo verano será muy duro".