Alrededor de 300 elefantes han muerto en los últimos meses en el norte de Botsuana sin signos de violencia y sin que aún se haya podido atribuir la muerte a ninguna enfermedad o veneno.
En concreto, las autoridades nacionales de Botsuana cifran las muertes en 275 ejemplares. Sin embargo, las organizaciones conservacionistas que trabajan en la zona hablan de más de 350.
Al encontrarse varios ejemplares muertos en el mes de mayo y saber que no eran por disparos o por veneno, los ecologistas decidieron sobrevolar la zona, una misión en la que encontraron 169 cadáveres.
A mediados de junio, realizaron otra batida ya que el Gobierno de Botsuana no había conseguido avances significativos en la investigación. Con esta nueva búsqueda, la cifra de elefantes fallecidos ascendió hasta los 350, según la organización británica National Park Rescue, quien ha señalado que se pueden observar a otros ejemplares con claros signos de impedimentos neurológicos, como caminar en círculos o tener las piernas inestables.
En la zona del Delta del Okavango no hay escasez de agua, ni de comida o precedentes con los que se pueda relacionar las defunciones. Además, no hay señales de que sea algún tipo de veneno usado por cazadores furtivos, pues estos suelen afectar a otras especies que se alimentan de los cadáveres. Tampoco creen que tenga relación con el ántax, una toxina del medio natural y que, en épocas de escasez de lluvias, contamina la superficie.
Por los daños en el sistema nervioso que se aprecian en los elefantes de la zona, los expertos piensan que la causa de las muertes podría ser una enfermedad, un veneno o una toxina que aún no han encontrado.
No obstante, aseguran que la investigación debe continuar y acelerarse, pues esta situación puede desembocar en una gran crisis de salud para toda la fauna salvaje.