Los perros tienen consciencia propia, así como su manera de pensar y percepción del mundo, capaces de modificar las habilidades cognitivas de los humanos, según indica Jeff Stevens, director del nuevo proyecto de la Universidad de Nebraska, en la ciudad de Lincoln.
Su meta es estudiar a los perros en un contexto social humano para ver cómo se relacionan con nosotros y con otros de su especie. Por este motivo, Stevens, de 44 años, creó el Laboratorio de Cognición Canina e Interacción Humana como parte del Departamento de Psicología de la UNL.
Durante su carrera, analizó la conducta de doce especies de animales con poca o nula interacción continua con los humanos, como ardillas, lémures, chimpacés y peces. Esta vez es la primera que se centra en perros.
Tras miles de años junto a estos animales, todavía no sabemos cómo se comportan ni por qué. Con el propósito de responder estas cuestiones, el laboratorio ya permanece informalmente abierto con la llegada de los primeros perros, que fueron recibidos con juguetes y comida.
Ninguno de ellos será inyectado, operado ni castigado, en ningún caso, durante las investigaciones. Consistirá en que jueguen y, mientras lo hacen, los científicos los observarán a través de cámaras estratégicamente ubicadas en el laboratorio. Los dueños también podrán ver las imágenes que capten las cámaras.
Pretenden determinar si los perros cooperan entre ellos, si actúan impulsivamente o si pueden controlarse, y si el nivel de autocontrol de cada animal puede modificarse. Por ejemplo, un perro puede que quiera salir corriendo detrás de una ardilla o aproximarse a una persona desconocida, pero no lo hará si su dueño o entrenador le pide que no lo haga. O quizá el cambio de conducta se deba a la presión ejercida por otros perros.
Este análisis solo se puede llevar a cabo cuando los perros interactúan con los humanos. Por eso, también deben explorar el impacto que los perros tienen en nosotros.
Para conseguirlo, los investigadores analizarán si la interacción entre perros y humanos cambia el ritmo cardíaco de los humanos e incluso la capacidad de la piel de transmitir electricidad, elementos generalmente asociados con cambios en la calma o tranquilidad de los humanos.