Todos los años, entre junio y julio, las costas de Menorca reciben la visita de una turista conocida, la 'Calonectris diomedea' o Pardela cenicienta. Estas aves utilizan su canto durante su ritual reproductivo en una de las principales colonias de esta especie, en los acantilados de la Costa Norte de Ciutadela.
Se han llegado a contar más de 5.000 ejemplares que vuelven todos los años tras superar una ruta migratoria llena de peligros a lo largo de 40.000 kilómetros de viaje. La contaminación por mercurio y la sobrexplotación pesquera son los principales. Las capturas accidentales en la pesca, la contaminación lumínica de las costas o la inclusión de nuevos depredadores (como gatos y ratas) están provocando que la colonia menorquina haya descendido un 40% en los últimos dos años.
Rafael Triay, de la Sociedad Ornitológica de Menorca afirma que: "Las pardelas son muy torpes en tierra firme y muy sensibles a estos impactos, por eso hay que vigilar que no proliferen los depredadores, ya que causan una importante mortandad entre los adultos". Al ser aves muy longevas (llegan a vivir 30 años) esa mortandad añadida provoca una fuerte y rápida aceleración hacia la desaparición de la especie.
Los pescadores más concienciados ya han comenzado a tomar medidas: lanzar el palangre por la noche con poca luz para evitar que la luz desoriente a la pardela, líneas espantapájaros...