En la pequeña localidad de Ghislenghien, a unos 80 kilómetros de Bruselas, se localiza la primera fábrica de chocolate con certificación de producción ecológica de la Unión Europea (EMAS), desde marzo de este año.
El propietario de la precursora fábrica de chocolate, Tierrhy Noesen, afirma que “si la sociedad demanda productos que respondan a sus expectativas éticas y morales, los fabricantes deben también responder con buenas prácticas”.
"Hay oportunidades separadas de mercado para el producto orgánico, ecológico y de comercio justo, yo decidí apostar por los tres", señaló convencido de que "también hay negocio cuando las cosas se hacen correctamente".
Economista e ingeniero de formación, con experiencia en multinacionales de la alimentación y, según admitió, goloso por gusto, Noesen compró una pequeña fábrica tradicional hace seis años, para convertirla en su sueño.
La instalación cuenta 384 unidades fotovoltaicas (1500m2) y ha desarrollado un sistema propio de calefacción y refrigeración en circuito cerrado que les permite autoabastecerse del 75 % de la energía que necesitan.
La producción se ha organizado utilizando el calor que genera el propio sistema solo donde hace falta. Y aunque el generador es central, el control del aire de cada zona, separadas por paredes aisladas de alto rendimiento, es individual.
La materia prima se mantiene a 18 grados, el área de manipulación y producción a 23, el tránsito de enfriamiento del producto hacia el empaquetado, entre 15 y 20, la producción de trufas -de especial cuidado- a 20 y el almacenamiento a 14.
La temperatura se regula con el agua caliente que genera el equipo de aire acondicionado -necesario en invierno y verano- que, a su vez, se alimenta de la generación de las células fotovoltaicas, que, incluso en un país lluvioso y generalmente nublado como Bélgica, reducen el consumo de energía en 81.060KW/h al año.
En la instalación no se permiten químicos ni pesticidas y como control de plagas utilizan sistemas mecánicos.
La calidad del agua se certifica dos veces al año, además de los depósitos de combustible y su sistema de recolección de residuos, hasta siete depósitos diferentes, incluido el orgánico, que se destina a la fabricación externa de biogas.
Controlan sus emisiones, al aire, el agua y la tierra, y con sus sistemas combinados de eficiencia energética han reducido su huella de carbono en 6.000 teq al año desde 2008.
La paquetería se elabora con cartón reciclado y en verano la fábrica cuenta con al menos dos ovejas que se encargan de mantener controladas las zonas verdes.
Estos "eco-chocolates" prefieren el cacao de cultivo orgánico de República Dominicana, Ecuador y Perú, países a los que también piden registro de comercio justo, solo concedidos a cooperativas y a las semillas pagadas al precio más alto marcado por el mercado.
Para sus recetas originales, todas con un índice de pasta de chocolate (no manteca) por encima del 40%, las almendras son de Murcia (Españas), el coco de Sri Lanka, las avellanas turcas y el caramelo se hace con azúcar de caña de Paraguay.
La fábrica de Noesen fue uno de los proyectos presentados durante el lanzamiento, esta semana, del Plan de Acción Eco-innovation de la Unión Europea, destinado a financiar iniciativas de desarrollo sostenibles y comercialmente competitivas.
El comisario de Medio Ambiente de la UE, Janez Potocnik, aseguró, durante la presentación a la prensa del plan que "Europa debe crecer en verde".
Que el color del chocolate puede ser blanco no sorprende a nadie, que a algunos les gusta negro, como el café, tampoco es una novedad, que entre los mejores están los belgas es ya reconocido, pero que ahora también es "verde"...eso sí es nuevo.