El pasado 13 de febrero, el diario oficial del régimen, el Cameroon Tribune publicaba y denunciaba esta masacre de elefantes’ y las autoridades locales, alarmadas, se han hecho eco de esta situación.
La población de elefantes del Parque Bouba N’djida se estima en unos 400 ejemplares y diversas fuentes señalan que entre 250 y 300 elefantes han sido asesinados desde el comienzo de la temporada seca. En 2007, WWF censó la población de elefantes en el parque nacional en unos 600 ejemplares, por lo que el descenso sería muy significativo.
Las fuentes locales afirman que los autores de estas masacres en serie son un grupo de unos 50 cazadores furtivos procedentes de Chad y Sudán. Su principal objetivo es hacerse con el marfil de los colmillos y, para conseguirlo, van armados, a caballo y acompañados por camellos. Dejan un reguero de sangre y elefantes decapitados, después regalan la carne a la población.
Una vez han hecho su trabajo, los furtivos se acercan a los pueblos cercanos para avisar de que quedan restos de carne y así se ganan el apoyo de los vecinos de la zona. Un administrador de la escuela de Mandingring cuenta que “grandes trozos de carne de elefante se venden a lo largo de las carreteras de la zona cuando suceden las matanzas”, según publica el diario Cameroon Tribune.
El tráfico de marfil está prohibido desde hace 22 años, sin embargo en 2011 se confiscaron 23 toneladas de colmillos de elefantes, una cantidad que equivale a unos 2.500 paquidermos muertos. Asia es el destino principal, porque allí el marfil es muy útil para la medicina tradicional china. Un tráfico difícil de frenar y cuantificar, pero muy rentable, ya que la venta de marfil sirve para financiar la compra de armamento.