Malcolm Turnbull, primer ministro australiano, ha explicado que con este dinero servirá para dar, durante los próximos 18 meses, una serie de incentivos a los agricultores para que reduzcan la contaminación generada por su actividad y que termina en el área marítima donde se encuentran los arrecifes de coral.
El programa de protección espera también desarrollar nuevas herramientas tecnológicas para proteger este ecosistema declarado Patrimonio de la Humanidad que en los dos últimos años ha padecido el blanqueo de coral que ha destruido gran parte de sus arrecifes.
Turnbull remarcó que Australia está comprometida con la implementación del Plan Arrecifes 2050 para proteger a la Gran Barrera. El plan prevé que el gobierno federal y el del estado de Queensland destinen más de 2.000 millones de dólares australianos (1.598 millones de dólares o 1.307 millones de euros) en los próximos diez años.
La inversión es uno de los compromisos que el gobierno asumió para evitar que la Gran Barrera entrara en la lista de patrimonio en peligro, junto a la mejora de la calidad de las aguas, la protección de zonas de ribera de la deforestación y el freno al dragado.
La Sociedad Australiana de Conservación Marina (AMSC) consideró insuficiente la medida y pidió al Gobierno que haga una "transición urgente" a las energías renovables y prohíba la explotación de minas de carbón para combatir la amenaza que supone el cambio climático para este espacio natural.
"La financiación en la investigación es necesaria, pero es un clásico caso de reacomodo de las sillas en la cubierta del Titanic en lugar de que el Gobierno federal se aleje de los combustibles fósiles y carbón", dijo la directora de campaña de la AMCS, Imogen Zethoven, en un comunicado. Los expertos creen que los corales tendrán menos períodos de recuperación ininterrumpidos porque las temperaturas del agua del mar siguen elevándose.
La Gran Barrera, hogar de 400 tipos de coral, 1.500 especies de peces y 4.000 variedades de moluscos, comenzó a deteriorarse en la década de 1990 por el doble impacto del calentamiento del agua del mar y el aumento de su acidez por la mayor presencia de dióxido de carbono en la atmósfera.